El nuevo mapa del cerebro: algunos mitos y realidades

Dr. Franco Lotito C
Dr. Franco Lotito C. - Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)– www.aurigaservicios.cl




Durante estos últimos años, investigadores y estudiosos del cerebro –neurofisiólogos y neurocientíficos cognitivos– se han adentrado como nunca antes en la historia de la medicina en uno de los órganos más fascinantes y misteriosos para la ciencia: el cerebro humano.

El Dr. Richard Restak, neurólogo y neuropsiquiatra norteamericano, asegura que “nuestro cerebro es diferente de todos los otros órganos del cuerpo, por cuanto, mientras que el hígado y los riñones se gastan luego de ciertos años de uso, el cerebro se afila y mejora cada día con el uso”. Una excelente manera de formular lo portentoso que puede llegar a ser nuestro cerebro… cuando le damos el uso que corresponde e intentamos desarrollar el potencial que guarda en su interior.

Los resultados de las investigaciones que se analizan a continuación han sido obtenidos por intermedio de técnicas muy avanzadas y de aparatos de última generación, tales como el uso de imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), la electroencefalografía, la cartografía cerebral, la electromiografía cualitativa y cuantitativa, etc., técnicas y estudios que han terminado por echar por tierra una serie de dogmas y mitos fuertemente arraigados en la ciencia.

Hoy en día, por ejemplo, existe total certeza de que durante el sueño –y mientras duerme la persona–, nuestro cerebro se convierte en un poderoso procesador de información, que se dedica de lleno a analizar aquellos datos que han sido almacenados en el transcurso del día, pero ahora, sin las interferencias sensoriales y emocionales que se producen durante el día en estado de vigilia.

Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) descubrieron hace algunos años que como parte del proceso de aprendizaje, el cerebro repite la información que recibe, pero lo hace en reversa, es decir, como si se tratara de un video que se está retrocediendo, con la finalidad de consolidar el conocimiento. Esto explicaría por qué razón se aprende con mayor facilidad, cuando se hacen breves pausas de descanso que permiten al cerebro “rebobinar” la información para revisarla, analizarla y retenerla en la zona del hipocampo.

Por otra parte, los estudios de resonancia magnética han tirado por la borda la tradicional teoría de que el ser humano usa tan sólo el 10% de sus conexiones neuronales, por cuanto, se ha demostrado que durante las tareas más complejas –como resolver problemas muy abstractos–, la mayor parte del cerebro se encuentra activa y funcionando.

Una investigación de la Universidad de Hamburgo, Alemania, comprobó que el ser humano era capaz de aprender a cualquier edad, descartando la idea de que las llamadas “ventanas” para adquirir habilidades se cerraban en forma definitiva a una edad temprana de la vida.

Hoy sabemos que la neuroplasticidad del cerebro nos permite lograr cosas que hasta hace poco tiempo atrás eran impensadas, de modo que todos nosotros deberíamos tener presente –entre muchas otras cosas– que nuestra capacidad de aprendizaje se mantiene hasta edades muy avanzadas. En este sentido, un aspecto muy importante de la llamada “neuroplasticidad dirigida” es que nos entrega una poderosísima herramienta que nos permite “recablear el cerebro”, es decir, nos ayuda a alcanzar los cambios que deseamos. Al respecto de lo anterior, hay que tener presente, que el potencial de nuestro cerebro para crecer, analizar, aprender, cambiar y desarrollarse, es todavía desconocido. Las investigaciones han demostrado que ese potencial es enorme y que, además, no declina tanto con la edad como se pensaba antes, un aspecto que representa otro de los mitos que han sido derribados.

De acuerdo con las investigaciones del Dr. Estanislao Bachrach –doctor en biología molecular–, aquí es donde “entran en juego la actitud, los pensamientos y las emociones, o sea, la materia prima de nuestra mente”.

Por lo tanto, para poder cambiar, las personas tienen que elegir quiénes quieren ser, más allá de lo que nos haya tocado en la “repartija genética” a cada uno de nosotros, e incluso, más allá de las influencias culturales que los propios progenitores hayan ejercido sobre nosotros, y cuyo nivel de influencia –aspecto que es imposible desconocer– puede adquirir un peso específico muy alto en el desempeño, funcionamiento y desarrollo de las personas.

Ahora bien, sólo es factible ser quien realmente uno quiere ser, si el cerebro es estimulado de manera apropiada, por cuanto, el cómo funcione este complejo y fascinante órgano humano, determinará qué tan efectiva puede llegar a ser una persona. Con un agregado adicional: ¿cómo interactúa dicho sujeto con los demás? ¿Cuál es su estilo personal de interacción? Y aquí entra a funcionar otro factor relevante aportado por el Dr. Daniel Goleman, a saber, el nivel de Inteligencia Emocional que posea –o haya logrado desarrollar– la persona, factor que dependerá, única y exclusivamente, de las decisiones que tome el sujeto, así como del deseo, perseverancia y la fuerza de voluntad para aprender que tenga el individuo. La razón para destacar lo anterior, se relaciona con una antigua enseñanza que nos dejó hace más de 2.500 años atrás Confucio, pensador y filósofo chino, quién decía que “enseñar a una persona que no está dispuesta a aprender, es malgastar el tiempo, el esfuerzo y las palabras”.


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