La neurociencia del talento: ¿es algo innato o se puede desarrollar?

La neurociencia del talento:
Dr. Franco Lotito C. Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)– www.aurigaservicios.cl


“Si usted es una persona con talento, eso no significa que haya ganado nada. Significa que usted tiene algo que dar” (Carl Gustav Jung, médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo).

Daniel Coyle, en su libro “El código del talento”, asegura que la clave para desarrollar el talento de un individuo se encuentra en la mielina, es decir, aquella sustancia que recubre los axones de las neuronas y que provoca que los impulsos nerviosos a lo largo de las redes neuronales sean más rápidos y eficaces, lo que sumado a la práctica constante de una determinada actividad, hace que una persona se convierta en alguien más talentoso.

La mielina al recubrir los axones de las neuronas va formando una capa gruesa llamada “vaina de mielina” que funciona como una suerte de aislante del impulso eléctrico que viaja por ellos, condición que permite mantener la potencia y la velocidad de las señales, haciéndolas más precisas. Si bien, en términos generales, todos los seres humanos nacen con una cantidad similar de mielina, su desarrollo y crecimiento se produce con rapidez y se completaría durante los primeros 20 años de vida.

El hecho que una pequeña escuela de la República Dominicana produzca jóvenes talentos del beisbol mundial o que otra escuela en Rusia haga lo mismo con ajedrecistas de élite o que en Brasil nazcan los jugadores de fútbol más virtuosos no es sólo el producto de los genes y de un ambiente favorable.

Para que la producción de mielina se active en su máxima expresión y se logre el desarrollo de los talentos, sea que hablemos de pintar, escribir, hacer deporte, componer, etc., es necesario que aquella actividad en la que se quiere ser más talentoso se practique de manera habitual, en concordancia con tres factores esenciales:
  • “Motivación e interés personal”: para llegar a ser un sujeto talentoso y practicar lo suficiente para lograr este objetivo, es necesario tener pasión, interés y motivación personal por la actividad, ya que esto cataliza el desarrollo de las destrezas.
  • “Práctica profunda y constante”: la práctica profunda es distinta al entrenamiento común, por cuanto, ella es la que nos hace perseverar en el logro de los objetivos, a pesar de los errores y fracasos, lo cual, a su vez, estimula la producción de mielina. De acuerdo con Coyle, con la práctica profunda es posible aprender diez veces más.
  • “Tener un instructor o coach personal”: para incentivar en la persona la práctica de tipo profunda, es preciso que alguien haga de guía, de tutor o de entrenador personal del sujeto que quiere alcanzar rendimientos superiores, y que lo motive a continuar perseverando y no rendirse jamás ante las dificultades y obstáculos que aparezcan.
La clave del talento, es que para lograr ser un sujeto sobresaliente en alguna actividad específica, es necesario lograr que los circuitos neuronales asociados a esa destreza específica que se desea desarrollar, se recubran de más mielina.

El Dr. Douglas Fields, un neurocientífico y una autoridad mundial en el desarrollo del cerebro, las interacciones entre neuronas y células gliales, así como también en relación con el mecanismo celular de las neuronas, explica este resultado en base a un estudio que realizó el virtuoso pianista sueco, Fredrick Ullén, junto a un equipo de neurocientíficos, quienes descubrieron que en los pianistas profesionales ciertas regiones de materia blanca estaban más desarrolladas que en las personas que no sabían tocar el piano. Y para lograr mielinizar las neuronas –como en el caso de los pianistas– el secreto era uno sólo: práctica, práctica y más práctica. En las investigaciones que cita el Dr. Fields, se detectó que mientras más horas al día practica un músico, más potentes son las señales en algunas áreas de la materia blanca, en tanto que los axones de las neuronas están más mielinizados.

Diversos estudios que se llevaron a cabo en distintas universidades en Suecia, Inglaterra y Estados Unidos demostraron que alrededor del 25% del rendimiento alcanzado por una persona lo aportaba el talento del sujeto, mientras que el 75% restante dependía de una serie de otras variables tales como las características de personalidad del sujeto, así como de la perseverancia y del nivel de esfuerzo personal aportado por el individuo.

Existen tres tipos de talento: (a) el talento natural, que corresponde a una habilidad o capacidad que se tiene sin necesidad de haber trabajado para desarrollarlo, (b) talento potencial, que es aquel talento que se ha desarrollado y perfeccionado, y que puede corresponder a una evolución del talento natural, (c) talento de alto rendimiento, que es el que sitúa a algunas personas por encima de la media y que no suele ser muy habitual.

Por otra parte, el Dr. Martin Seligman destaca desde el Centro de Psicología Positiva de la Universidad de Pensilvania que más que enfocarse en “detectar las habilidades y talentos naturales de las personas, los padres deberían dedicarse a fortalecer en sus hijos la perseverancia y el coraje para alcanzar sus metas”. ¿La razón de destacar esto? De acuerdo con las observaciones del Dr. Seligman y su equipo, ellos detectaron, que si bien algunas de las personas estudiadas eran brillantes y ambiciosas, había muchas otras más que aún cuando no eran genios, en lugar de eso eran ferozmente perseverantes, no dándose nunca por vencidos. Los investigadores decidieron llamar “coraje” o “firmeza de carácter” a este tipo de tenacidad, una tenacidad que no se detiene ante los diversos obstáculos o dificultades que se le van presentando en el camino a una persona.

Sin que importe mucho de qué tipo de actividad o aprendizaje se trate –tocar un instrumento, escribir un libro, pintar un cuadro o practicar un deporte– el mecanismo sería, básicamente, el mismo, ya que el cerebro –según el Dr. Fields– no sabe distinguir si está aprendiendo a jugar fútbol, ajedrez o está aprendiendo a tocar una sonata de Frédérik Chopin, en función de lo cual, todas las habilidades y aprendizajes se relacionarían con el desarrollo de los circuitos cerebrales involucrados en la actividad.

El desarrollo de los talentos se produce con mayor facilidad hasta los 20 años, décadas que están consideradas como “las de mayor plasticidad neuronal”. En este sentido, Daniel Coyle, asegura que por intermedio de la práctica profunda es posible llegar a ser muy bueno en alguna disciplina a cualquier edad, pero estas opciones disminuirían con el paso de los años, por cuanto, se ha descubierto “una proteína en la mielina que atrofia la producción de más moléculas de esta sustancia” en la edad adulta.

Los padres interesados en desarrollar los talentos de sus hijos deben, primero que todo, observar detenidamente a los hijos desde que son bebés y probar cómo les va en distintas actividades, ya sean de tipo artísticas y/o deportivas, y verificar los resultados obtenidos. Lo que NO se debe hacer, eso sí, es exigirles que hagan todo al mismo tiempo, o bien, obligar a los niños(as) a practicar una actividad que no les gusta o que les resulta desagradable, ya que para desarrollar el talento se requiere de mucha perseverancia, gusto por la actividad, mucho interés y motivación personal, de otra forma, lo más probable es que el niño(a) se frustre y abandone la práctica al menor descuido, o incluso, la abandone para siempre.

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