El impacto de las extensas jornadas de trabajo en la vida de las personas

El impacto de las extensas jornadas de trabajo en la vida de las personas
Dr. Franco Lotito C. Académico, escritor e investigados (PUC-UACh) – www.aurigaservicios.cl



Clínica Alemana Osorno
No cabe duda alguna, que la pandemia ha tenido una serie de efectos negativos sobre la vida familiar y laboral de las personas. Tampoco existe duda alguna, que de acuerdo con las cifras y estadísticas de la OCDE publicadas en el año 2018, los trabajadores chilenos ocupaban el quinto lugar entre los países, cuyos habitantes dedicaban más horas al trabajo, a saber, 1.974 horas. Y hasta hace tan sólo un par de años atrás eran, nada menos, que 2.195 horas anuales.

De acuerdo con estas cifras, Chile sería un país de “gente trabajólica” –aún cuando no muy productiva–, donde es bien visto que los empleados trabajen hasta altas horas de la noche. Al parecer, la autoestima laboral y la integración de un trabajador a su puesto de trabajo, se relacionarían con el tiempo que permanece el sujeto pegado en el trabajo. En función de lo anterior, los trabajadores no sólo tienen temor de irse temprano y/o antes que el jefe(a), sino que, además, les daría vergüenza hacerlo. Eso por un lado.

Por otra parte, los bajos sueldos y la posibilidad de incrementar los ingresos a través de hacer horas extras, también podrían explicar las extensas horas laborales. Otro factor que daría cuenta del hecho de pasar 10, 12 o más horas en el trabajo, se relaciona con el temor a perder el empleo –debido al alto nivel de cesantía por causa de la pandemia–, una razón muy poderosa para someterse y aceptar trabajar de manera excesiva. Si al tiempo que la persona pasa trabajando, se le suman las horas de traslado desde la casa al trabajo y viceversa, una persona puede pasar entre 12 y 14 horas fuera de su hogar, lo que por cierto trae consigo una serie de efectos negativos sobre la persona, donde, la consecuencia más notoria de ser “trabajólico” se vincula con un empobrecimiento de la vida personal y familiar.

Ahora bien, aún cuando la pandemia por coronavirus ha tendido a alterar las conductas y las condiciones de vida de la gente de manera notable, si nos remontamos a los tiempos “normales” –previos a la aparición del coronavirus en marzo de 2020– podíamos advertir que la relación de pareja, la dinámica familiar, la relación con los hijos e, incluso, los vínculos de amistad se veían directamente afectados –y deteriorados– por el fenómeno de las extensas horas laborales. En este sentido, desde el momento en que ambos padres trabajan, ellos no disponen de mucho tiempo para sus hijos, una situación que podría implicar que los niños están creciendo con referentes que no son sus padres, sino que más bien con otros familiares, amigos, la nana, o incluso, el televisor y el computador.

A su vez, el “efecto pandemia”, los largos períodos de encierro, las cuarentenas, la pérdida de un alto número de empleos, el temor al contagio, problemas económicos, etc., trajo, a su vez, una serie de efectos subsidiarios impensados para la población: elevación de los niveles de estrés, ansiedad, angustia, crisis de pánico, irritabilidad, miedo al contagio, trastornos en la salud mental –fobias y depresión incluida–, alza en la violencia intrafamiliar, sedentarismo, aumento de los índices de sobrepeso y obesidad, etc.

Por otra parte, la realización del trabajo desde la casa –o teletrabajo– a menudo realizado bajo condiciones muy poco favorables para el caso de las mujeres, también trajo una serie de consecuencias adversas, por cuanto, el teletrabajo significó: cuidar y atender a los hijos, ayudarlos a hacer sus deberes, hacer las tareas del hogar –cocinar, lavar, limpiar– lidiar con el natural aburrimiento de los niños por no poder asistir a clases y estar con sus amigos y compañeros de curso, etc.

Ante todos estos efectos y consecuencias, ya sea que hablemos de los “tiempos normales” o de los “tiempos con pandemia”, pareciera que en uno u otro caso, resulta, simplemente, muy difícil lidiar con el cansancio, el estrés, la ansiedad, las obligaciones domésticas, la crianza de los hijos, etc., para luego, aún tener ganas y deseos de compartir con la pareja. Bajo estas circunstancias –ya sea con “tiempos normales” o “con pandemia”– pareciera que no existe la posibilidad de disfrutar de intimidad entre la pareja, con el claro peligro de que la relación se deteriore con cada día que pasa.

Todos los estudios indican, que gran parte de la tensión que se experimenta por el hecho de pasar todo el día en el trabajo termina descargándose en el hogar. También se ha detectado que pasar las 24 horas del día juntos en el hogar, ha incrementado los niveles de violencia intrafamiliar, por cuanto, el cansancio, la ansiedad, la irritabilidad acumulada durante el día provocan más peleas, discusiones y conflictos en la pareja.

Entonces, ¿existe alguna salida a este gran dilema? Aquí algunas sugerencias: (a) analice junto a su pareja cómo pueden –entre ambos y de manera objetiva– balancear la demanda de la actividad laboral con las necesidades familiares, (b) es preciso organizar de manera consciente el tiempo que se destinará a cada actividad, donde se considere “ventanas” para los hijos, la casa, los amigos, la pareja, (c) los fines de semana y días festivos deben ser “momentos sagrados” para la familia, y debieran incluir ritos, tradiciones, encuentros con otros familiares, etc., (d) los padres tienen que estar conectados con sus hijos, pero no sólo para verificar si estudiaron o hicieron sus tareas, sino que también para conocer su estado emocional, y saber si sus hijos están felices, tristes, temerosos o aburridos.

La razón para prestar mucha atención a este último punto, es muy simple: un estudio hecho en la Universidad de Elche, España, dirigido por los investigadores Mireia Orgilés y José Pedro Espada con un grupo de 431 niños y jóvenes, detectaron una serie de cambios en el estado emocional de niños y jóvenes, así como también alteraciones en su conducta debido al confinamiento, tales como: irritabilidad, dificultad para concentrarse, nerviosismo, propensión a discutir, estar más enfadados, estar más aburridos y desganados que lo habitual, comer más de lo necesario, miedo a la infección por covid-19, etc., todo lo cual, en definitiva, indica la necesidad de prestar atención y cuidado a la salud y bienestar de todo el grupo familiar.


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