El espejismo del sueldo mínimo: cuando la inflación sigue siendo la gran olvidada

Héctor Zúñiga Gajardo
Por Héctor Zúñiga Gajardo, Consejero Regional de Evópoli Los Lagos.

La inflación avanza silenciosa y erosiona la economía de los hogares. El poder adquisitivo se reduce, los salarios no alcanzan y la calidad de vida se deteriora. Sin embargo, la receta que desde la izquierda se repite con insistencia parece siempre la misma: subir el sueldo mínimo.

Lo que para muchos puede sonar a un alivio inmediato, en realidad encierra un costo profundo. Aumentar por decreto el salario no soluciona el problema real, que es la pérdida de valor de la moneda. Por el contrario, castiga directamente al músculo productivo, es decir, a quienes generan riqueza y empleo.

Elevar el sueldo mínimo implica que pequeñas y medianas empresas —las principales creadoras de trabajo— vean incrementados sus costos, reduciendo su capacidad de contratar y empujándolas en muchos casos a la informalidad. Con ello, lejos de mejorar las condiciones de los trabajadores, se fomenta la ilegalidad laboral y se debilita la creación de nuevos puestos.

Además, este enfoque deja de lado a sectores vulnerables como los jubilados, cuyo ingreso no sube al mismo ritmo, condenándolos a una pérdida acelerada de poder adquisitivo. Mientras tanto, la inflación sigue intocada, creciendo a la sombra de discursos políticos que ofrecen soluciones inmediatas, pero no estructurales.

Cuando escuchamos a candidatas como Jeannette Jara hablar de subir el sueldo mínimo, lo que se anuncia no es un verdadero rescate a los trabajadores, sino más bien un castigo a la producción, a la inversión y al empleo formal. El verdadero debate pendiente sigue siendo cómo frenar la inflación, estabilizar la economía y devolver valor real al dinero de los chilenos.


Fuente información: heangajardo@gmail.com
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