¡y despertó chile!

A rebelarse dignamente ante tanta corrupción. Ante tanta colusión judicial. Ante el nepotismo de familias enteras que creyeron que el Estado era suyo. Ante el odio inoculado a raudales bajo los sibilinos ropajes de verdad y justicia.
Hoy no ha ganado la derecha. Ni siquiera el triunfador formidable ha sido Piñera.
Este histórico 17 de enero los chilenos le dijeron basta a una generación completa de políticos turbios formados en los sesenta y que tuvieron su mejor expresión contingente durante la UP.
Luego – tras dejar abandonado a Allende a su suerte en La Moneda – treparon muros de embajadas y se retiraron a un “autoexilio” dorado, donde aprendieron a convivir en el millonario red set internacional.
En 1988 se creyeron el cuento de que la democracia se recuperaba gracias a ellos mismos y no a lo estipulado en la Constitución de 1980.
Y en marzo de 1990 recibieron un país pujante, ordenado y con la mejor economía de la región de manos del “dictador” que acató el veredicto de las urnas y provocó la alternancia en el poder.
De allí en adelante se entronizaron por veinte años. Montando una formidable maquinaria de repartijas, presiones y cuoteos que les permitió hacer lo que les placiera.
Para ello contaron la mayoría de las veces con una oposición feble, con una prensa “de derecha” rastrera y acomodaticia, con FF.AA acomplejadas de haber derrotado al comunismo soviético y con una Iglesia que de ser la voz de los marxistas pasó a ser la de la complicidad del silencio.
Mientras tanto, la clase media, la gente de trabajo, los emprendedores quedaron regalados a su suerte, agobiados por mayores impuestos y por ejércitos de burócratas fiscalizadores. Y, a la vez, amagados en sus hogares y trabajos, por una narco delincuencia desatada, amparada por un sistema legal ultra garantista. Y por magistrados que buscaron hacer carrera complaciendo al socialismo imperante.
Tributos que iban al despilfarro generalizado, al carnaval de indemnizaciones y “reparaciones” y al financiamiento de los compañeros que fueron copando todas las reparticiones del Estado, hasta llegarse al absurdo, de que tres de cada cuatro militantes socialistas son funcionarios públicos.
Lo mejor que hicieron fue administrar la legación macro económica del modelo, con lo cual alcanzaron satisfactorias cifras de equilibrio de las finanzas fiscales, todo ayudado por un excepcional precio del cobre, nunca antes registrado en la historia republicana.
Y también es honorable reconocerlo, dotaron a las FF.AA de un potencial disuasivo adecuado para las acuciantes necesidades que presentan, algunas insensateces vecinales de reivindicaciones inaceptables sobre soberanía chilena.
Empero, es del caso recordarle al señor Frei Ruiz-Tagle, sin en lo absoluto pretender hacer leña del árbol caído, que los deleznables recursos que utilizó en su campaña, como las maniobras del juez Madrid y su abogado Varela, marcan un hito acerca de lo que jamás debe hacerse cegado por la ambición de llegar al sillón de O’Higgins.
También enfatizarle al candidato que ME-O tipificó como innombrable, al referirse a él como el señor 29%, que una vez más se equivocó medio a medio al despreciar los 800.000 votos de la “familia militar” y optar por la pringada votación comunista. Cosa que nunca habría aceptado ni hizo don Eduardo Frei Montalva.
En definitiva, Chile comienza una renovada etapa histórica en la cual exigiremos de los nuevos gobernantes patriotismo, honradez y máxima eficiencia al servicio de los más necesitados y la gran clase media.
El 17 de enero de 2010 es la alborada del nuevo tiempo en la cual han zozobrado en el mar de sus rencores, de sus odios, de sus amargos resentimientos Escalona, Tellier, Ominami y todos los que se unieron sólo para derrotar a Piñera.
Y especial y muy lastimosamente, una jefa del Estado sin opiniones y oculta en La Moneda, que al constatar que su coalición perdía el poder partidista, no estuvo a la altura de las circunstancias. Que propició el enésimo funeral de Víctor Jara. Que inauguró un incalificable Museo de la Mala Memoria – para revivir los odios más profundos de un ayer trágico de la guerra fría, que ensombreció a la Patria – a días de la segunda vuelta. Que más que presidenta de todos los chilenos fue jefa de campaña. Una presidenta que las encuestas de simpatía le daban un 82%, pero que ni siquiera le alcanzó para que Frei Ruiz Tagle, en una campaña con uso y abuso pleno de los recursos fiscales, siquiera llegara al 48,5%.
La Patria está de fiesta, porque por fin despertó Chile y finalmente ganó la gente.
La gente que trabaja honradamente de sol a sol. La gente que no espera dadivas ni caridades del Estado. La gente de paz y orden. Los grandes chilenos de siempre. Los que estoicamente soportaron durante dos décadas la sevicia oficial y que ahora reciben como hermanos – sin odios ni rencores – a quienes apoyaron a una Concertación que ahora sólo les puede ofrecer los proyectos del ayer.
Ante tanta vociferación zurda. Ante las amenazas de “estallidos sociales” que los termo céfalos ya lanzan. Ante la relativización de la plena legitimidad nacional y popular del triunfo de Piñera, es válido recordar que el 16 de enero de 2000, Ricardo Lagos Escobar aventajó por un 51,3% a Joaquín Lavín por un 48,7%.
Ahora, el 17 de enero de 2010, Sebastián Piñera le ganó por un 51,7% a Frei Ruiz Tagle con un 48,3%.
Es decir, si Lagos y su dedo fueron indiscutidos con un 51,3% con mayor razón lo será Piñera a partir de marzo próximo con su 51,7%. Lo demás es verso.