El reitimiento y la fiesta del Yoco
Por: Hugo Pérez White.
En algunos sectores rurales del sur de Chile, engordar cerdos era una actividad habitual y al faenarlos tenían carne y manteca para los períodos invernales y lo digo en tiempo pretérito, porque no me consta que en la actualidad siga desarrollándose esta actividad y si es así vale la pena recordar esta costumbre, trabajo que reportaba a las familias productos de uso diario como la manteca que guardaban en envases metálicos galvanizados y carne que era ahumada para ser consumida durante el año y por eso el “faenamiento” de un cerdo era una verdadera fiesta y todos los vecinos esperaban el “reitimiento” que era la costumbre habitual en este tipo de actividades, para recibir su porción correspondiente como retribución a la crianza del chancho y que consistía en un plato o bandeja con todos los productos cocinados en manteca del mismo cerdo los cuales bien sazonados adquirían un sabor especial, más conocido en la población campesina como “el yoco”.
La sangre que emanaba del animal era recibida en un recipiente especial preparado con sal y otras especias aromáticas y luego de agregarle hojas de repollo picadas y cebollas en cubitos, diestras manos femeninas se encargaban de llenar los intestinos del animal llamadas comúnmente “tripas” las cuales eran cuidadosamente lavadas por mano expertas y luego venían las esperadas y ricas prietas las cuales eran cocidas en agua y consumidas al instante y también las prietas o morcillas como también se les llamaban se asaban en el horno a leña desde donde salían crujientes y listas para el consumo inmediato acompañadas de papas cocidas.
Esta costumbre era todo un acontecimiento culinario y un verdadero ritual esperado con mucho interés por todos los vecinos del sector.
El cerdo era quemado en una bien preparada fogata hasta quedar tostadito y luego se raspaba con cuchillos bien afilados hasta dejarlo completamente rasurado y limpio por dentro y por fuera.
Llegado el día del “reitimiento” el cerdo era cortado en trozos pequeños de carne y grasa más conocidos como chicharrones los cuales se cocían en una gran olla de fierro con tres patas sobre una fogata revolviendo el contenido constantemente para evitar que se adhirieran en el fondo.
En la misma cocción se freían las sopaipillas las cuales eran hechas con harina, agua, sal y huevos y la misma suerte corrían los sabrosos milcaos confeccionados con masa de papa cocida, manteca y chicharrones recién elaborados todo lo cual le daba un sabor extraordinario.
Se aprovechaba en la misma oportunidad para preparar las ricas prietas con sangre del animal agregándosele cebolla, ajos y condimentos mientras los asados al palo despedían su afrodisíaco olor y junto a ellos bajo la arena caliente se doraban las ricas tortillas al rescoldo.
Una vez todo listo se procedía a preparar los “yocos” que consistían en porciones de cada producto los cuales eran enviados a los vecinos que habían cooperado en la alimentación del animal.
La familia se reunía alrededor de una bien servida mesa y junto al vino y la chicha de manzana se vivían momentos de sana alegría y grata convivencia.-
En algunos sectores rurales del sur de Chile, engordar cerdos era una actividad habitual y al faenarlos tenían carne y manteca para los períodos invernales y lo digo en tiempo pretérito, porque no me consta que en la actualidad siga desarrollándose esta actividad y si es así vale la pena recordar esta costumbre, trabajo que reportaba a las familias productos de uso diario como la manteca que guardaban en envases metálicos galvanizados y carne que era ahumada para ser consumida durante el año y por eso el “faenamiento” de un cerdo era una verdadera fiesta y todos los vecinos esperaban el “reitimiento” que era la costumbre habitual en este tipo de actividades, para recibir su porción correspondiente como retribución a la crianza del chancho y que consistía en un plato o bandeja con todos los productos cocinados en manteca del mismo cerdo los cuales bien sazonados adquirían un sabor especial, más conocido en la población campesina como “el yoco”.
La sangre que emanaba del animal era recibida en un recipiente especial preparado con sal y otras especias aromáticas y luego de agregarle hojas de repollo picadas y cebollas en cubitos, diestras manos femeninas se encargaban de llenar los intestinos del animal llamadas comúnmente “tripas” las cuales eran cuidadosamente lavadas por mano expertas y luego venían las esperadas y ricas prietas las cuales eran cocidas en agua y consumidas al instante y también las prietas o morcillas como también se les llamaban se asaban en el horno a leña desde donde salían crujientes y listas para el consumo inmediato acompañadas de papas cocidas.
Esta costumbre era todo un acontecimiento culinario y un verdadero ritual esperado con mucho interés por todos los vecinos del sector.
El cerdo era quemado en una bien preparada fogata hasta quedar tostadito y luego se raspaba con cuchillos bien afilados hasta dejarlo completamente rasurado y limpio por dentro y por fuera.
Llegado el día del “reitimiento” el cerdo era cortado en trozos pequeños de carne y grasa más conocidos como chicharrones los cuales se cocían en una gran olla de fierro con tres patas sobre una fogata revolviendo el contenido constantemente para evitar que se adhirieran en el fondo.
En la misma cocción se freían las sopaipillas las cuales eran hechas con harina, agua, sal y huevos y la misma suerte corrían los sabrosos milcaos confeccionados con masa de papa cocida, manteca y chicharrones recién elaborados todo lo cual le daba un sabor extraordinario.
Se aprovechaba en la misma oportunidad para preparar las ricas prietas con sangre del animal agregándosele cebolla, ajos y condimentos mientras los asados al palo despedían su afrodisíaco olor y junto a ellos bajo la arena caliente se doraban las ricas tortillas al rescoldo.
Una vez todo listo se procedía a preparar los “yocos” que consistían en porciones de cada producto los cuales eran enviados a los vecinos que habían cooperado en la alimentación del animal.
La familia se reunía alrededor de una bien servida mesa y junto al vino y la chicha de manzana se vivían momentos de sana alegría y grata convivencia.-