Participación en elecciones: Chile, ¿Caso especial?

Tras la reciente jornada electoral del 17 de noviembre, uno de los datos que más ha llamado la atención ha sido la baja participación.

Considerando que se trataba de una elección presidencial – que internacionalmente son las que tienen más convocatoria -, la definición en paralelo de candidaturas parlamentarias y de consejeros regionales; se esperaba por parte de los analistas y los partidos alrededor de ocho millones de votantes, pero que llegaron sólo a los 6.684.000. A la luz de estos antecedentes, surge la pregunta ¿eran números esperables?

Tras la implementación de la inscripción automática en los Registros Electorales, el padrón alcanzó la cifra histórica aproximada de 13 millones de inscritos, ya que ni siquiera se tiene certeza sobre dicha cifra, al figurar nombres de fallecidos como Salvador Allende, o quienes residen en el extranjero, entre otros. Bajo estos datos, sólo concurrió a las urnas un 50,3% del total de habilitados, en comparación al 55,9% de 2009 bajo el voto obligatorio.

Se trata de números que, a simple vista, encienden ciertas luces de alarma en torno al compromiso con la participación democrática de parte de los chilenos. Por ello, surge la necesidad de observar otros casos. En América Latina gran parte de los países exhibe cifras cercanas al 80%, pero en ellos rige un modelo de obligatoriedad que no nos convierte en caso comparable.

Venezuela y Colombia tienen un régimen de voluntariedad, que en el último caso alcanzó un 44% para la presidencial, siendo la más baja de toda la región. En democracias ya consolidadas y con sistema voluntario, como España, es de 63% y en Estados Unidos, un 54,6%.

Bajo estos antecedentes, Chile no constituye una gran anomalía, sino que se sitúa dentro de la tendencia general. Pero, ¿Cuáles son los factores que movilizan a concurrir a los locales de votación? Primero, la adhesión a una idea o candidatura, asociado a los sectores más “politizados”; segundo, la posibilidad de influir en los resultados, que es claramente más alta en elecciones más inciertas, y tercero, la cultura de participación en cada sector de la ciudadanía.

Algunos actores han mencionado como salida la reinstauración de la obligatoriedad, pero es muy difícil avanzar hacia ese punto, considerando el alto consenso que requiere la reforma (2/3 de ambas cámaras). Esto, sumado a la impopularidad de un nuevo deber cívico en un contexto de débil adhesión a los partidos políticos y a sus representantes; junto a la primacía de la indiferencia frente a los asuntos públicos.

La tarea está en manos de los mismos representantes populares y partidos políticos, en torno a motivar a los electores a participar y en diseñar reglas claras en los que el ciudadano a través del voto sí tenga influencia, dejando atrás elementos tan negativos como el sistema binominal; y dando paso a un nuevo modelo más participativo e inclusivo.

Distrito 55:
Participación elección 2009, última con voto obligatorio: 84.500
Participación elección 2013, con voto voluntario: 75.938
Padrón 2012: 153.807
Media mesa adulto: 150
Media mesa joven: 75.

49.3 participación electoral Osorno.


Por
Cristóbal Sandoval Agüero
Cientista Político
Pontificia Universidad Católica de Chile
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