Chile se lo merece y necesita: un nuevo Pacto Social

 Iván Aedo Morales
Por: Iván Aedo Morales, empresario y ex Consejero Regional.

Al intentar de analizar con objetividad las manifestaciones ocurridas en la mayoría de las ciudades del país, en especial Santiago y Valparaíso, que compromete severamente la convivencia democrática nacional, generando una extrema crisis política y social, debemos comenzar por aclarar dos tipos de manifestaciones sociales:

Una, no violenta, con muchos focos en distintos puntos de la ciudad, de cacerolazos, bocinazos y manifestaciones callejeras pacíficas. Eso hace más complejo el escenario y ésta indignación no se apaga sólo con la Ley de Seguridad del Estado y la declaración del Estado de Excepción. Hay que reconocerlo y no hacerse los ciegos y sordos.

No ver y escuchar esas manifestaciones no violentas (no la encapuchada) que desde las protestas estudiantiles de 2006 y 2011 revelaron una fatiga estructural en la sociedad chilena, la clase política se debe hacerse cargo de forma responsable y con sensibilidad social, en caso contrario, puede significar el derrumbe final de la credibilidad en la clase política y el comienzo de una crisis sin precedentes en Chile desde el inicio de la transición a la democracia.

La otra, violenta, la que descontroló al Gobierno y la policía, fue un desborde muy difícil de enfrentar y contener. Con grupos de vándalos y anarquistas que arrasan con todo a su paso y saquean sin lógica alguna, barricadas, daños a la propiedad pública y privada, no se puede dialogar y no hay medida que logre aplacar su furia irracional. Ante esta violencia sólo cabe una condena clara y contundente, sin ambigüedades: cualquier otra actitud ante ella sería un oportunismo irresponsable.

Contener y reprimir la violencia es una obligación de cualquier gobierno, del signo que sea, y habrá que evaluar en el curso de los días si la declaración de Estado de Emergencia y la salida de militares a las calles conseguirá ese objetivo. O si, al contrario, incendiará más la pradera.

Eso requiere un Gobierno y una clase política con más “calle”, contacto con la realidad cotidiana, con más cercanía y conexión con la ciudadanía escuchando con tolerancia sus inquietudes y necesidades y menos adicto a las encuestas y al enfermizo chateo.

El país creció, los índices de pobreza se mejoraron, pero las brechas entre los sectores sociales se hicieron muy grandes. La riqueza concentrada en muy pocos produce un desequilibrio social y económico, con abuso de poder y grandes ganancias de unos pocos en desmedro de la mayoría de la gente, que en definitiva se transforma en una injusticia social y ella tarde o temprano lleva a la crisis. Todo eso se ha ido acumulando en el oído y la memoria de muchos chilenos, que han transitado de la molestia a la indignación.

Cuando la economía se mueve en el terreno de lo ideal y lo teórico y cuando hay un abismo entre las cifras de esa economía, nos lleva a una visión económica que se mueve solo en el terreno de las cifras macroeconómicas que carece de la medida que permite medir lo cotidiano en lo humano, social y económico (microeconomía).

Ojalá el país asuma esta crisis con inteligencia y la clase política se haga una autocrítica profunda, abandone su zona de confort y piense sin agenda corta en la mano, sino con una visión de Política de Estado para la solución definitiva a las pensiones (AFP), sueldo mínimo, servicios básicos como la luz y agua, salud pública (lista de esperas, falta de medicamento e insumos), Isapre, educación desigual, seguridad, corrupciones, colusiones, Reforma Tributaria, etcétera, en definitiva, acortar la desigualdad social, a través del implemento de un nuevo Modelo de Desarrollo Social y Económico en Chile.

Ahora vamos a ver si la clase política en Chile dan el ancho: es la prueba más crucial por las que serán en el futuro evaluados.

En esta hora crucial, necesitamos grandeza, reflexión, respeto a la diversidad de pensamiento y análisis profundo de nuestra realidad social y económica, basado en las causas del problema y no en sus efectos. Lo que está claro es que se perdió mucho tiempo. Había signos que indicaban una posible crisis social, pero no se encendieron las señales de alarma donde debían encenderse: en el Gobierno, en la clase política, sector empresarial y también intelectual.



Fuente de la información: Iván Aedo Morales
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