Aprender a ser una persona resiliente: parte importante de la inteligencia emocional

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl Académico, escritor e investigador



Hay algunos datos que hay que tener en cuenta al respecto de esta temática, y son datos incuestionables. Revisemos de qué aspectos estamos hablando. Aquellas personas que tienen éxito en la vida aceptan, primero que todo, sus responsabilidades, en segundo lugar, son capaces de admitir sus faltas y errores, en tercer lugar, se ocupan de solucionar los problemas con los que se enfrentan sin obsesionarse con el fracaso y, por último, son personas que desprecian el cinismo, la hipocresía y el doble estándar.

En función de lo anterior, la primera pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿cómo logran salir adelante las personas que han debido experimentar situaciones difíciles que les cambian, incluso, el curso de sus vidas? La muerte de un ser querido y cercano, la pérdida del trabajo, sufrir un grave accidente que deja postrada a la víctima, ser afectado por un cáncer agresivo y otros eventos de carácter traumático son, por cierto, algunos ejemplos de situaciones límites que ocurren en la vida de la gente.

Muchas personas reaccionan frente a estas situaciones con un verdadero torrente de emociones y con mucha angustia frente a la incertidumbre que les depara el futuro. Sin embargo, en términos generales, las personas logran adaptarse a estas situaciones críticas de la vida, así como a las continuas condiciones de estrés. ¿Qué es, entonces, lo que les permite lograrlo? La respuesta es, simplemente, la “capacidad de resiliencia”, un proceso psicológico que requiere de trabajo personal, dedicación y esfuerzo por parte del sujeto a fin de aprender a superar obstáculos y dificultades de diversa naturaleza.

El Dr. Boris Cyrulnik, un reconocido experto mundial en este tema, señala que la resiliencia es la capacidad para adaptarse de buena manera a situaciones adversas, a traumas, tragedias, amenazas o situaciones estresantes al interior de la familia o con personas cercanas, a graves problemas de salud, al estrés laboral o financiero. Significa ser capaz de “rebotar”, de “caer, levantarse y seguir adelante” a partir de estas experiencias difíciles.

Todas las investigaciones han puesto en evidencia que la resiliencia es “ordinaria” y no “extraordinaria”, es decir, que las personas, en forma frecuente, demostramos resiliencia. Aclaremos que el concepto resiliencia tiene su origen en el término latín “resilio” que significa volver atrás, rebotar, volver de un salto. La resiliencia es un término que procede de la física y se refiere a la capacidad que tienen ciertos materiales de recobrar su forma original después de haber sido sometidos a altas presiones.

Por analogía, en el ámbito de la psicología y de las ciencias humanas se comenzó a usar esta palabra para designar la capacidad que permite a las personas –a pesar de atravesar situaciones adversas– no solo salir adelante y a salvo, sino que también salir fortalecidas por la experiencia. Esta capacidad que es, probablemente, tan antigua como la humanidad, fue la única manera que tuvieron muchos pueblos y personas para resistir la destrucción a la que se vieron expuestas en sus vidas y construir algo positivo.

De acuerdo con la académica y doctora en Psicología, Nureya Abarca, la teoría de la resiliencia comienza a cobrar significado a “partir de las diferencias individuales en sus reacciones ante circunstancias adversas, generadoras de altos niveles de estrés”. Mientras algunas personas sucumben ante dichas circunstancias, evidenciando desequilibrios y trastornos a diversos niveles, otras se fortalecen en la adversidad.

La resiliencia no es un rasgo de personalidad que algunas personas tienen en tanto que otras no lo tienen. Más bien, estamos frente a un repertorio de conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquiera de nosotros. Teniendo en cuenta que la resiliencia, tal como la mayoría de las facultades humanas, no es un don totalmente innato o totalmente adquirido, el objetivo de los científicos fue buscar herramientas y métodos que permitieran fomentar la resiliencia en las personas. ¿La razón de esta búsqueda? Ella surge de las observaciones que realizaron algunos científicos, quienes veían con asombro cómo ciertos niños expuestos a condiciones de vida altamente traumáticas, miserables y estresantes lograban “sobreponerse de manera muy constructiva”, en tanto que otros terminaban siendo “adultos dañados”.

En lo que se refiere al aprendizaje de la resiliencia en relación con la Inteligencia Emocional, es muy importante destacar el papel que tienen las aptitudes sociales y aptitudes resolutivas que le dan a la persona la sensación de tener cierto control sobre la propia vida, así como también un cierto grado de eficacia personal. Lo anterior hace alusión a aquello que en psicología se denomina “locus de control”, es decir, el grado en que la persona cree que sus conductas pueden influir sobre el ambiente que los rodea.

Mientras algunos sujetos piensan que son dueños de su destino y asumen la responsabilidad personal de lo que sucede, ven el control de sus vidas como algo que proviene “desde su interior”. Es decir, son individuos con “locus de control interno”.

Por otra parte, también hay muchas personas que se ven a sí mismas como individuos indefensos que están en manos del destino y que son controlados por fuerzas externas sobre las que tienen poca o nula influencia. Es decir, presentan un “locus de control externo”. El objetivo, entonces, es hacer que estas personas logren revertir estas apreciaciones y puedan aprender a desarrollar un locus de control interno y que su destino sea algo que dependa de ellos y no de situaciones o fuerzas externas. ¿Cuáles serían, entonces, algunas claves para desarrollar y afirmar la capacidad de resiliencia?
  1. Hacerse cargo de la propia vida: lo primero es pensar en positivo y que el agente estresante que la persona está enfrentando es un desafío y no un obstáculo insalvable, es decir, que la persona entienda que ella está en control de su vida.
  2. Aprender a usar el humor: hay que tratar de ver la parte más divertida y menos dramática de las situaciones que uno enfrenta y, paralelamente, aumentar la cuota de humor en la vida, ya que éste reduce notablemente los niveles de estrés.
  3. Aprender a vivir con la inevitabilidad del estrés: hay que aprender a convivir con aquél estrés que no se puede evitar. Lo anterior significa aprender a aceptar lo inevitable y aprender, asimismo, a pensar de forma diferente acerca de estas presiones, reevaluando en cada ocasión estas situaciones difíciles.
  4. Aprender a sacar ventaja del estrés: es preciso prestar atención a los niveles de estrés que se experimentan y aprender a identificar cuál es el nivel óptimo para obtener los mejores resultados. Hay que tener presente, que con muy poco estrés –o desafío– las personas se aburren y se desmotivan, en tanto que con altos niveles de estrés y ansiedad la gente se ve sobrepasada y se vuelve improductiva.
  5. Autocuidado: hay que prestar mucha atención a los sentimientos y necesidades personales, al mismo tiempo que es preciso realizar actividades que le permitan a la persona disfrutar plenamente de su vida y relajarse.
  6. Establecer vínculos positivos: la idea de fondo, es construir buenas relaciones con miembros cercanos de la familia, con amigos u otras personas que se consideren importantes y confiables. El hecho de aceptar ayuda y apoyo de las personas que se preocupan por uno, fortalece la resiliencia. A su vez, el acto de poder ayudar a otros en sus momentos de necesidad resulta ser beneficioso para aquel que ayuda.

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