La generación "woke" y su impacto en la política chilena: un fenómeno en decadencia

La generación "woke" y su impacto en la política chilena: un fenómeno en decadencia
Por Héctor Zúñiga G Vicepresidente de Evopoli Los Lagos.

Vivimos en una época donde el debate ideológico parece haberse intensificado al punto de dividir la sociedad entre quienes apoyan un conjunto de ideas que algunos denominan "woke" y quienes rechazan estas posiciones como extremas y ajenas a la realidad cotidiana del chileno común. Sin embargo, el verdadero problema no reside solo en la ideología en sí, sino en la desconexión que se ha creado entre esta corriente y las preocupaciones reales de la sociedad chilena.

El llamado "wokeismo", o ideología "Ñuñoina" para algunos, se fundamenta en el supuesto de que ciertas minorías deben ser protegidas a toda la costa, aún si eso significa ignorar el sentimiento y problemas de la mayoría. Esto se traduce en políticas que a menudo parecen priorizar la representación y el lenguaje políticamente correcto por encima de las necesidades urgentes en temas de salud, educación y seguridad. Así, los problemas reales quedan relegados por la constante urgencia de etiquetar y "reeducar" a la población en cuestiones de género, raza y privilegios, lo que ha generado un rechazo evidente en la sociedad.

Uno de los puntos más controvertidos es la idea de que ciertas personas deben "expiarse" o disculparse por su origen o color de piel. Esta noción no solo es reductiva, sino que genera una fractura en la sociedad, dejando poco espacio para el diálogo y la comprensión mutua. La narrativa de que los "oprimidos" deben sobreponerse a los "privilegiados" parte de una visión binaria que dista mucho de la realidad chilena, compleja y diversa, y que ha avanzado en términos de inclusión y respeto, pero sin llegar al extremo de imposición. etiquetas y categorías rígidas a las personas.

Además, ciertos temas como la transexualidad en menores y el uso de bloqueadores hormonales son abordados desde una óptica radical en la agenda "woke", lo que ha causado preocupación en muchos sectores de la sociedad, incluyendo a padres y educadores. Las decisiones sobre la identidad de género y la salud mental de los niños y jóvenes son cuestiones sensibles que deben abordarse con cautela y no ser impuestas como moda o mandato del gobierno. Sin embargo, la falta de moderación en el debate ha llevado a que este tema se perciba como una imposición, creando una atmósfera de desconfianza y rechazo en la ciudadanía.

A lo largo de los años, estas políticas impulsadas por la agenda "woke" han pasado de ser populares a generar un desencanto generalizado. Prueba de ello son los resultados de las recientes elecciones, donde los ciudadanos han expresado su descontento con el rumbo del país, dándole la espalda a una izquierda que se ha alejado de las preocupaciones reales de la gente. Desde el estallido social de 2019, se despertó una esperanza de justicia social y equidad que, sin embargo, ha sido monopolizada por discursos radicales y conceptos abstractos que poco tienen que ver con la cotidianidad.

Incluso en el gobierno actual, encabezado por Gabriel Boric, que en sus años de diputado defendía la "justicia social", se ha visto cómo estas ideas pierden fuerza y resonancia entre la población. La falta de una política coherente y de una agenda que se enfoque en las verdaderas preocupaciones de los chilenos —salud, seguridad y educación— ha desilusionado a gran parte de la población. Hoy, las ideologías radicales se enfrentan a la realidad de una ciudadanía que reclama soluciones concretas y pragmáticas, más allá de las modas ideológicas.

La sociedad chilena está enviando un mensaje claro: Chile no es un laboratorio de "pensamientos mágicos" ni una práctica experimental para el dogmatismo de la "generación despertada". La realidad de los chilenos es mucho más urgente y tangible que los debates superficiales sobre lenguaje inclusivo o etiquetas impuestas desde una élite cultural que poco entiende de la vida cotidiana.

Desde mi vereda, el reto actual es regresar a una política que se enfoca en el bienestar general y no en satisfacer ideologías importadas que ignoran nuestras prioridades y cultura. La verdadera justicia social no se logra imponiendo divisiones ni etiquetas, sino construyendo una sociedad inclusiva que respete la diversidad y, a la vez, aborde con seriedad los problemas que afectan a todos por igual. Es hora de que Chile recupere su camino hacia una política centrada en la ciudadanía, dejando atrás las imposiciones de una generación desconectada y, en muchos casos, ajena a las necesidades de la mayoría.

Fuente información: heangajardo@gmail.com
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