Trastorno límite de personalidad : Criterios diagnósticos (parte II)



Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, Escritor e Investigador (UACh)

“Todas las personas hablan de la mente sin titubear, pero se quedan perplejos cuando se les pide que la definan” (Burrhus F. Skinner, psicólogo, autor y filósofo social estadounidense).

Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el especialista a la hora de diseñar el tipo de intervención terapéutica para el Trastorno Límite de Personalidad (TLP), es el hecho de tener que fijar ciertas prioridades, ya que este problema de salud mental suele venir acompañado de otros trastornos psiquiátricos, tales como, por ejemplo, una depresión mayor o el consumo de drogas. Y en aquél caso que el paciente presente una adicción a las drogas –o al alcohol–, lo primero que hay que hacer, es tratar las adicciones, antes de siquiera pensar en tratar el TLP. Una parte importante de los pacientes con TLP tienden a pasarlo muy mal cuando están solos, aún cuando se trate de períodos muy cortos de tiempo.

A menudo, paralelamente a una co-dependencia afectiva hacia quien es su pareja, también muestran un alto nivel de hostilidad hacia las personas que están a su lado, de ahí que sus relaciones amorosas e interpersonales sean bastante tempestuosas y/o tortuosas, aferrándose mucho a dichas personas, al mismo tiempo que demuestran mucha rabia, enojo y enfado hacia estos mismos individuos en momentos de frustración. En términos generales, se puede señalar que los pacientes con TLP tienen un bajo nivel de tolerancia a la frustración y una gran dificultad para canalizarla de forma adecuada.

A diferencia de otros trastornos mentales, el Trastorno Límite de Personalidad genera un gran sufrimiento psicológico a quien lo padece, sufrimiento que se extiende a sus familiares y personas más cercanas al sujeto afectado; es por ello, que la solicitud de iniciar un tratamiento suele producirse a petición del propio sujeto con TLP, si bien, en algunos casos, el requerimiento de someterse a un tratamiento, es realizado por su pareja o por los familiares más cercanos al paciente.

No está de más decir, que la cambiante sintomatología que presentan los pacientes con TLP puede llegar a “desesperar” al propio afectado –e incluso, también al especialista–, quien puede terminar algo frustrado por no poder llegar a un diagnóstico claro.

Es así, por ejemplo, que un paciente puede ir de consulta en consulta, intentando averiguar qué es lo que le pasa, pudiendo transcurrir meses –e incluso algunos años– antes de obtener un diagnóstico acertado del trastorno que lo afecta, debido, precisamente, a una de sus principales características: el cambio continuo de la sintomatología. Esta condición de incertidumbre al respecto de su trastorno, no hace sino agravar el sufrimiento del paciente, así como de sus familiares más cercanos, a la vez que se repiten, una y otra vez, las consecuencias negativas de su comportamiento, tanto en su vida académica, profesional, como también de sus relaciones sociales e interpersonales.

La sintomatología del TLP consignada en el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV y DSM-5) abarca los siguientes aspectos:

1.- Realización de esfuerzos frenéticos para evitar el abandono, real o imaginario.

2.- Presentar un patrón de relaciones interpersonales intensas e inestables, caracterizadas por la alternancia entre la idealización y la devaluación de las personas.

3.- Presencia de sentimientos crónicos de vacío.

4.- Inestabilidad afectiva debido a una marcada reactividad del humor. Por ejemplo: disforia episódica intensa, irritabilidad o ansiedad, normalmente de pocas horas de duración y sólo raramente superior a pocos días.

5.- Ira intensa, inadecuada o dificultad para controlarla. Por ejemplo: frecuentes cambios de genio, ira constante, peleas físicas recurrentes.

6.- Impulsividad en al menos dos áreas potencialmente lesivas para uno mismo. Por ejemplo: gastar dinero sin freno, promiscuidad sexual, abusos de sustancias, conducción temeraria, atracones alimenticios.

7.- Conductas suicidas recurrentes, gestos, tentativas o automutilaciones.

8.- Autoimagen o sentido del self marcada o persistentemente inestable.

9.- Episodios disociativos graves con ideación paranoide episódica y relacionada con el estrés.

La presencia de cinco o más de estos síntomas puede indicarle al psicoterapeuta la presencia de este trastorno en el paciente.

Ahora bien, para que el proceso terapéutico sea exitoso, se precisan de varios elementos: (a) que el paciente no abandone el tratamiento a medio camino, (b) la intervención de un equipo multidisciplinar (psicólogos, psiquiatras, centros de atención), (c) el apoyo de la familia, apoyo que se convierte en una pieza clave en el tratamiento del TLP. La familia recibirá pautas específicas para que puedan afrontar los problemas y dificultades del día a día, (d) establecimiento de límites conductuales (manera de comportarse, duración de las sesiones, respeto de los acuerdos), (e) mantener la independencia del paciente, con el objetivo de evitar su extrema tendencia a la dependencia y, por esta vía, que aprenda a hacer las cosas por sí mismo de manera correcta.

Finalmente, se puede señalar que el TLP tiende a remitir gradualmente con la edad, es decir, suele mejorar a medida que la persona va adquiriendo madurez y aprende a reestructurar su forma de pensar y de hacer las cosas.

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