¿Cómo enfrentamos el cambio cultural en niños y niñas migrantes?

¿Cómo enfrentamos el cambio cultural en niños y niñas migrantes?
Hasta el 31 de diciembre de 2018, más de 1.200.000 extranjeros fueron catalogados como residentes habituales en el país, de ellos se estima que un gran porcentaje son menores de edad quienes deben enfrentar grandes cambios dentro de sus primeros años de escolaridad.

Durante los últimos años, Chile se ha enfrentado a un aumento constante de su población migrante, donde según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) a diciembre de 2018, 1.251.225 extranjeros fueron catalogados como residentes habituales. Bajo este escenario, en el paso fronterizo de Chacalluta -territorio chileno entre la frontera de nuestro país con Perú-, hace poco más de un mes que cientos de venezolanos esperan una autorización o salvoconducto que les permita ingresar tras semanas, e incluso meses de viaje, para llegar a su destino.

La situación es preocupante a nivel de sociedad, ya que según el estudio “Los derechos de NNA migrantes, refugiados y víctimas de trata internacional en Chile” de UNICEF, estas familias pueden estar expuestas a mayor riesgo de vulnerabilidad: los inmigrantes muchas veces ignoran las leyes y el idioma del país receptor y en varias ocasiones deben enfrentar la abierta hostilidad por parte de la población, incluso de las autoridades. Dicha situación se profundiza cuando se encuentran dos circunstancias vitales: ser niño o niña e inmigrante a la vez. Esta situación impacta directamente en su desarrollo sociocognitivo, sobre todo si son menores de 5 años.

“La ciencia ha comprobado que el aprendizaje en la primera infancia juega un rol fundamental en la vida de las personas, ya que en este periodo se desarrolla el 80% del cerebro, por tanto, una deficiente vinculación y estimulación en este periodo, impactará en largo plazo en los niveles de progreso que puede alcanzar una sociedad. Los niños y niñas migrantes necesitan recibir una educación que se adecue a los cambios culturales a los que ellos se están enfrentando”, asegura Alejandra Fuenzalida, directora ejecutiva de United Way Chile.

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Además, Fuenzalida agrega que, la evidencia señala que cuando no se logra integrar las pautas de crianzas de origen, los cuidadores tienden a sentirse poco competentes en su rol y tomar una actitud pasiva en la crianza con consecuencias importantes en la comunicación familiar y en el desarrollo de los infantes.

El Banco Mundial ha señalado que los países más desarrollados invierten en primera infancia el doble que América Latina respecto de su Producto Interno Bruto (PIB). “Chile es un país en vías de desarrollo, por lo que este financiamiento debería aumentar considerando la integración de los niños y niñas migrantes, en donde se promueva que estos no pierdan su identidad de origen, sino que por el contrario se entrelace con la cultura chilena, disminuyendo con ello el estrés por el choque cultural y potenciando así un espacio que permita su adecuado desarrollo”, comenta Fuenzalida.

El Premio Nobel de Economía, Doctor James Heckman, logró demostrar que, por cada dólar invertido en la primera infancia, existe un retorno de alrededor de 17 dólares per cápita para el país. Pero esta inversión no sólo se debe dar en educación. Existen distintos factores que afectan a las personas durante sus primeros años de vida, entre ellos se destaca la salud, estabilidad económica, emocional y de vivienda (factores que determinan la pobreza multidimensional), como también políticas que garanticen su seguridad. Todo ello les permite un desarrollo integral, independientemente de su contexto o situación migratoria.

En este sentido, en Chile se sigue discutiendo distintos mecanismos regulatorios respecto a la temática migratoria. Ejemplo de ello es que hace unos días la Comisión de Derechos Humanos del Senado aprobó el proyecto de ley de migración y extranjería, que busca definir los requisitos de ingreso y ofrecer un procedimiento administrativo más eficaz y así avanzar en dar soluciones a los problemas que se presentan a partir del aumento de las migraciones, ya sea por desplazamiento y/o reasentamiento.

“Es así que se hace necesaria la participación activa de la sociedad civil, al ser el contacto directo con las comunidades migrantes, constituyéndose como un ente mediador y que aporta en la generación de más y mejores regulaciones en materia de migración.”, señala Alejandra Fuenzalida.


Fuente de la información: Florencia Moya
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