▶️ Éxito y felicidad… ¡a través de las emociones!
Por el Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl -
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Las personas deberían saber, que hoy en día, se necesitan habilidades y destrezas que, lamentablemente, no se enseñan en las salas de clases. Habilidades y destrezas que tienen que ver directamente con el desarrollo de la Inteligencia Emocional (I.E.), por cuanto, estas destrezas se han vuelto fundamentales e, incluso, indispensables para lograr un desempeño efectivo en todos los ámbitos de la vida de las personas, y el hecho de saber ocupar y aplicar las emociones de manera inteligente se ha convertido en una de las principales claves del éxito y de la felicidad personal.
Existe total claridad que la salud mental de la población está a bastante mal traer. También existe certeza que la inestabilidad económica, social y política han contribuido, justamente, al deterioro de la salud mental de mucha gente. También sabemos que el alto nivel de competitividad existente, así como las presiones y exigencias que impone el mundo laboral –y la vida en general– han determinado que una buena parte de las consultas psicológicas y psiquiátricas giren en torno a trastornos en salud mental por exceso de estrés, angustia, temor, ansiedad, depresiones, crisis de pánico, etc.
Llegados a este punto, es preciso plantear algunas preguntas:
Ahora bien, el camino –o solución– más viable a este gran dilema lo propone el Dr. Daniel Goleman, investigador que puso en el centro de la opinión pública mundial el concepto de Inteligencia Emocional, a saber, aprender a escuchar en forma activa y no dejar a un lado nuestras emociones y, por cierto, aprender a ocuparlas de una manera inteligente. El resultado de su propuesta se reduce a una ecuación simple y, a la vez, compleja: saber “armonizar cabeza y corazón” y para ello la empatía es un elemento muy importante.
La propuesta del Dr. Goleman marca un claro cambio de paradigma, a saber: la existencia de un tipo de inteligencia que es distinto al del coeficiente intelectual, una inteligencia que destaca el papel fundamental que tienen las emociones en el desempeño eficaz de las personas. Esta nueva inteligencia tiene como misión integrarse con la inteligencia cognitiva con la finalidad de que una persona alcance una vida equilibrada y exitosa.
Todos quienes trabajamos en el mundo laboral dictando seminarios, talleres y charlas sobre liderazgo, trabajo en equipo y resolución de conflictos, hemos detectado serias deficiencias que se vinculan estrechamente con las habilidades que son propias de la I.E., por lo tanto, si las personas lograran desarrollar sus habilidades emocionales, al mismo tiempo que las empresas se preocuparan de que sus colaboradores tuvieran una vida más equilibrada, ello mejoraría de inmediato no sólo el clima organizacional de las empresas, sino que influiría directamente en un aumento de la productividad de cada trabajador.
Durante muchos años el mundo ha funcionado con un concepto de “inteligencia tradicional” que se refiere a la capacidad global de una persona de actuar con un propósito, pensar “racionalmente” y resolver de modo eficiente problemas de su ambiente. Sin embargo, todo apunta a que esas han sido premisas falsas o, por lo menos, equivocadas, dados los resultados que observamos: la violencia, desigualdad, egoísmo, indiferencia, corrupción, inestabilidad y la incertidumbre campean, hoy en día, a sus anchas.
Diversos estudios indican que el C.I. de una persona es capaz de predecir el éxito que tendrá el sujeto en la sala de clases, pero es absolutamente incapaz de predecir el éxito y el lugar que las personas ocuparán en la vida. Para que las personas tengan éxito en la vida y en el mundo del trabajo, se necesitan determinadas habilidades y destrezas que ni las escuelas ni las universidades entregan, ya que si antes bastaba con que un jefe “supiera mandar”, hoy resulta imprescindible que esa persona sea un verdadero líder ético capaz de motivar, entusiasmar, generar confianza y comprometer a la gente. En definitiva, que sea capaz de formar equipos de trabajo afiatados y que remen juntos en pos de un mismo objetivo.
Todas esas habilidades y destrezas se encuentran, exclusivamente, en el campo de la I.E. Revisemos algunas de ellas:
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Las personas deberían saber, que hoy en día, se necesitan habilidades y destrezas que, lamentablemente, no se enseñan en las salas de clases. Habilidades y destrezas que tienen que ver directamente con el desarrollo de la Inteligencia Emocional (I.E.), por cuanto, estas destrezas se han vuelto fundamentales e, incluso, indispensables para lograr un desempeño efectivo en todos los ámbitos de la vida de las personas, y el hecho de saber ocupar y aplicar las emociones de manera inteligente se ha convertido en una de las principales claves del éxito y de la felicidad personal.
Existe total claridad que la salud mental de la población está a bastante mal traer. También existe certeza que la inestabilidad económica, social y política han contribuido, justamente, al deterioro de la salud mental de mucha gente. También sabemos que el alto nivel de competitividad existente, así como las presiones y exigencias que impone el mundo laboral –y la vida en general– han determinado que una buena parte de las consultas psicológicas y psiquiátricas giren en torno a trastornos en salud mental por exceso de estrés, angustia, temor, ansiedad, depresiones, crisis de pánico, etc.
Llegados a este punto, es preciso plantear algunas preguntas:
- 1. ¿Es necesario competir a muerte con el otro sin que importen los costos de esa competencia salvaje?
- 2. ¿Vale la pena agotarse y correr sin descanso de un lado para otro durante todo el día sólo por ganar dinero?
- 3. ¿Es posible alcanzar un equilibrio y, por esta vía, obtener un poco más de la merecida felicidad?
Ahora bien, el camino –o solución– más viable a este gran dilema lo propone el Dr. Daniel Goleman, investigador que puso en el centro de la opinión pública mundial el concepto de Inteligencia Emocional, a saber, aprender a escuchar en forma activa y no dejar a un lado nuestras emociones y, por cierto, aprender a ocuparlas de una manera inteligente. El resultado de su propuesta se reduce a una ecuación simple y, a la vez, compleja: saber “armonizar cabeza y corazón” y para ello la empatía es un elemento muy importante.
La propuesta del Dr. Goleman marca un claro cambio de paradigma, a saber: la existencia de un tipo de inteligencia que es distinto al del coeficiente intelectual, una inteligencia que destaca el papel fundamental que tienen las emociones en el desempeño eficaz de las personas. Esta nueva inteligencia tiene como misión integrarse con la inteligencia cognitiva con la finalidad de que una persona alcance una vida equilibrada y exitosa.
Todos quienes trabajamos en el mundo laboral dictando seminarios, talleres y charlas sobre liderazgo, trabajo en equipo y resolución de conflictos, hemos detectado serias deficiencias que se vinculan estrechamente con las habilidades que son propias de la I.E., por lo tanto, si las personas lograran desarrollar sus habilidades emocionales, al mismo tiempo que las empresas se preocuparan de que sus colaboradores tuvieran una vida más equilibrada, ello mejoraría de inmediato no sólo el clima organizacional de las empresas, sino que influiría directamente en un aumento de la productividad de cada trabajador.
Durante muchos años el mundo ha funcionado con un concepto de “inteligencia tradicional” que se refiere a la capacidad global de una persona de actuar con un propósito, pensar “racionalmente” y resolver de modo eficiente problemas de su ambiente. Sin embargo, todo apunta a que esas han sido premisas falsas o, por lo menos, equivocadas, dados los resultados que observamos: la violencia, desigualdad, egoísmo, indiferencia, corrupción, inestabilidad y la incertidumbre campean, hoy en día, a sus anchas.
Diversos estudios indican que el C.I. de una persona es capaz de predecir el éxito que tendrá el sujeto en la sala de clases, pero es absolutamente incapaz de predecir el éxito y el lugar que las personas ocuparán en la vida. Para que las personas tengan éxito en la vida y en el mundo del trabajo, se necesitan determinadas habilidades y destrezas que ni las escuelas ni las universidades entregan, ya que si antes bastaba con que un jefe “supiera mandar”, hoy resulta imprescindible que esa persona sea un verdadero líder ético capaz de motivar, entusiasmar, generar confianza y comprometer a la gente. En definitiva, que sea capaz de formar equipos de trabajo afiatados y que remen juntos en pos de un mismo objetivo.
Todas esas habilidades y destrezas se encuentran, exclusivamente, en el campo de la I.E. Revisemos algunas de ellas:
- Autoconocimiento: corresponde a la habilidad para conectarse con las propias emociones y tomar conciencia de la influencia que ejercen los estados emocionales sobre uno mismo y los demás, así como conocer cuáles son las fortalezas y debilidades personales y la disposición interna a cambiar los aspectos desfavorables.
- Autocontrol de las emociones: es la capacidad para inhibir y/o controlar los impulsos (o emociones) y postergar la gratificación inmediata, con la finalidad de que contribuyan a un mayor rendimiento y concentración.
- Empatía: es la capacidad para ampliar las propias experiencias emocionales buscando comprender y compartir las emociones y sentimientos de quienes nos rodean. Ser capaz de relacionarse con el entorno y lograr un equilibrio.
- Optimismo y automotivación: abrigar esperanzas, tener expectativas realistas de que las cosas saldrán bien, no obstante los contratiempos, obstáculos y frustraciones. Está asociado a la autoeficacia, es decir, a la convicción acerca de las propias habilidades para afrontar los acontecimientos que presenta la vida.
- Eficacia interpersonal: se basa en la habilidad para influir positivamente en otras personas, así como en el talento para resolver y prevenir conflictos. Disposición para compenetrarse con los demás y atender de manera apropiada a sus preocupaciones.
- Elección emocional: ser capaz de aplicar la sabiduría emocional acumulada a través de la experiencia, con el fin de adoptar decisiones que sean ajustadas y certeras en momentos importantes de la vida. Ser capaz de estar atento a la propia intuición y emociones que nos previenen de riesgos o que nos señalan oportunidades.
- Persistencia: ser capaz de utilizar toda la energía y disposición personal necesaria para perseverar en el logro de una determinada meta u objetivo.
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