Algunos signos y síntomas de enfermedad mental en los niños

Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)



Partamos señalando que la infancia es la etapa de la vida de un niño(a) en la cual, la salud representa para los padres un importante motivo de preocupación, ya que los más pequeños no siempre están en condiciones de expresar claramente qué tipo de malestar están experimentando. Por otra parte, al ser la etapa de la niñez el momento en el que, en general, afloran más desórdenes y enfermedades, es muy importante para los padres prestar atención a lo que sucede con los niños por si se detectan ciertos síntomas y señales que pudieran estar indicando la presencia de desórdenes y enfermedades durante la infancia.

Lo mismo sucede con la salud mental de los menores. La aparición de gran parte de los trastornos y desórdenes neurológicos más frecuentes se dan durante los primeros años de vida, y es muy importante saber detectar el tipo de enfermedad mental que pudiera estar afectando a los niños(as) a fin de intervenir cuanto antes, con el objetivo de que se reduzcan las probabilidades de que sus efectos negativos ganen en fuerza y supongan una amenaza para el bienestar de los menores.

A raíz de lo anterior, es preciso tener claro, que el hecho de poder detectar indicios de alguna enfermedad mental es una tarea que siempre tiene que estar asociada a diagnósticos médicos y psicológicos, ya que los diagnósticos relacionados con desórdenes mentales solo pueden ser realizados por profesionales con experiencia y que estén acreditados, a raíz de lo cual, ni la legítima preocupación de los padres ni las quejas del niño(a) representan un motivo válido para iniciar tratamientos improvisados al margen del sistema de salud.

Hay que tener en cuenta, que es normal que los niños se sientan mal de vez en cuando o que presenten conductas que nos pueden parecer algo extrañas. De acuerdo con los estudios del sociólogo y psicólogo Arturo Torres, las probabilidades de que esto tenga que ver con enfermedades mentales está relacionado con: 1. Si la “aparición de estas conductas fueron más o menos abruptas”. 2. Si “coincide con algún evento traumático, estresante o con una lesión”. 3. Si “la intensidad de los síntomas se alejan de lo que se considera que es normal”. 4. Si “estas conductas pueden suponer un desgaste para el bienestar del niño(a)”. A la hora de considerar si el menor puede estar desarrollando una enfermedad mental, es importante aplicar el sentido común y tener claro que la última palabra siempre la tienen los expertos en el tema. Revisemos, entonces, algunos de los síntomas a tener en cuenta:

1. Provocarse autolesiones: el hecho de que un niño(a) intente producirse heridas en su cuerpo o golpee su cabeza contra objetos duros es motivo más que suficiente para acudir a un especialista. Sin embargo, es preciso reflexionar antes sobre hasta qué punto producirse heridas es la intención final de una conducta. Por ejemplo, el hecho que un bebé intente bajar por unas escaleras a gatas no significa que quiera caerse por ellas: simplemente, no sabe que eso puede ser peligroso. La autolesión suele tener que ver con una incapacidad para gestionar el estrés, ansiedad o angustia de forma adecuada, lo cual lleva al niño(a) a auto provocarse dolor para distraerse de otros pensamientos que, en su conjunto, resultan ser aún más desagradables.

2. Cambios de humor repentinos: los cambios de humor muy bruscos también son indicadores de algún tipo de trastorno mental, especialmente, si no es posible relacionarlos con sucesos objetivos que ocurren a su alrededor y que se producen de forma errática.

3. El rechazo de la propia apariencia: la no aceptación del propio cuerpo en edades tempranas puede ser un síntoma de enfermedad mental en niños y niñas. Sin embargo, en casos como el de la “disforia de género” se considera que las causas son fundamentalmente biopsicosociales y no están causadas por un malestar que tenga que ver con el funcionamiento de su cuerpo en sí mismo. Por otra parte, las quejas acerca del propio peso también pueden ser indicios de desórdenes alimenticios en desarrollo si es que son persistentes y tienen implicaciones en la cantidad de comida que se consume.

4. Trastornos alimenticios: comer muy poco o darse atracones de comida puede ser una señal de funciones psicológicas que funcionan de modo anormal, si esto supone un riesgo para la salud del niño(a). A partir de la pubertad, la presión por construir una identidad que resulte aceptable socialmente puede empujar a los jóvenes a realizar grandes sacrificios por verse bien.

5. Agresividad y explosiones de violencia: las explosiones de ira frecuentes pueden ser fruto de un desajuste neuroquímico en el sistema nervioso que afecta al estado de ánimo, o, visto desde otra perspectiva, pueden ser el resultado de un patrón de comportamiento que ha sido aprendido de manera involuntaria, a pesar de que no resulta ser ni útil ni eficaz.

6. Inclinación a herir a los demás: practicar el bullying, herir, torturar o matar animales es también motivo de gran preocupación, y es necesario implementar programas correctivos para que esta conducta no se pueda seguir desarrollando. Puede ser debido a una incapacidad a la hora de empatizar con el resto, o también puede ser que exista algún problema que genere tanto estrés que lleve a la persona a actuar de forma impulsiva y agresiva.

7. Síntomas de desconexión con la realidad: este es un grupo de síntomas difíciles de detectar, ya que los niños tienden a mostrar un pensamiento mágico y disfrutan fantaseando con situaciones ficticias. La clave aquí, es saber si ese pensamiento mágico –que irá desapareciendo a medida que su cerebro madure– supone un riesgo para su bienestar o la de alguien más, y si las fantasías que utiliza para jugar son algo más que eso o no. En el caso de los amigos imaginarios, es fácil que el niño(a) rechace admitir que no existe realmente, a pesar de ser consciente de la verdad, simplemente para no romper con la apariencia de la fantasía. En esos casos es bueno indagar sobre si el amigo imaginario hace cosas que el menor encuentra extrañas, o que le causan problemas que no puede controlar.

8. Tendencia al aislamiento: muchos niños y niñas prefieren jugar solos, pero algunos de ellos lo hacen no por timidez, sino porque se sienten mal si hay gente cerca, en cualquier contexto. Esos casos pueden ser motivo de consulta psicológica, ya que podría ser una señal de la presencia de Trastornos del Espectro Autista (TEA).

9. Serios problemas en la escuela:
tener dificultades en la escuela puede estar relacionado con trastornos del aprendizaje como la dislexia o la discalculia, o también puede ser la consecuencia de enfermedades mentales serias. La infancia es una etapa en la que los trastornos del desarrollo pueden dejar una huella muy negativa sobre la evolución posterior de la persona si no son abordados de un modo eficaz.

10. Quejas constantes sobre dolores, molestias o sentirse triste: el dolor es un elemento que tiene mucho que decir en la detección de enfermedades. En ocasiones, el menor puede hacer referencia a un dolor de cabeza que puede estar causado por un funcionamiento anómalo de ciertas funciones psicológicas relacionadas con la percepción o la concentración, o bien, estar asociado a trastornos depresivos y del estado de ánimo, donde el niño(a) puede caer en una suerte de apatía, desmotivación y pasividad total.

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