Personas que prefieren estar solas… ¿es eso bueno o malo?

Personas que prefieren estar solas… ¿es eso bueno o malo?
Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)



“La soledad más triste es aquella que se vive acompañada de la persona equivocada” (Danns Vega, educador y sonoterapeuta).

La soledad es definida como un estado de aislamiento, en el cual, una persona se encuentra sola, sin acompañamiento de otros individuos y, a menudo, sin la presencia de algún animal o mascota de compañía.

El origen de la soledad puede ser variado y puede depender de diferentes circunstancias, tales como por ejemplo: (a) por la propia elección de la persona, (b) a causa del aislamiento impuesto por la sociedad como castigo por algún delito, (c) por la pérdida de seres queridos, (d) a causa de la presencia de una enfermedad contagiosa (como fue el caso del Covid-19), (e) debido a trastornos mentales y/o de carácter neurológicos, o bien, (f) por una condición de abandono.

Es importante destacar, que la soledad también puede ser entendida como la “privación voluntaria de compañía”, es decir, como una elección absolutamente libre y personal. Cuando la gente observa a este tipo de personas que pasan mucho tiempo a solas, de inmediato las califican de “solitarias” y, a menudo, le suman la característica de ser “personas que sufren de depresión”, algo que resulta ser total y absolutamente falso.

De hecho, de acuerdo con una serie de estudios y encuestas realizadas a personas que pasan mucho tiempo en solitario, la condición de estar en su propia compañía, es lo que las hace sentir plenas, ya que se sienten más en contacto consigo mismas y son capaces de darse cuenta de una mejor manera de las cosas que acontecen en su entorno inmediato. En este sentido, hay filósofos, que además de recomendar llevar una vida tranquila y solitaria, ven a “la soledad como una forma de alcanzar la excelencia”. Los monjes, por su parte, ven a la soledad como una forma de “lograr la iluminación espiritual”.

Ahora bien, lo cierto, es que no resulta ser algo habitual –ni tampoco fácil– que alguien se haga amigo de una persona solitaria, especialmente, porque estas personas suelen ser muy selectivas con la gente que se les acercan. Dado lo anterior, resulta relevante hacernos la siguiente pregunta: ¿cuáles serían los rasgos de personalidad que distinguen a las personas solitarias? Revisemos, entonces, algunos de estos rasgos:
  1. Estas personas establecen límites claros y firmes: así como los sujetos solitarios respetan los límites de otros individuos, a cambio esperan el mismo trato y consideración. Si alguien cruza la línea que han fijado, las personas consideradas solitarias de inmediato lo harán saber, por cuanto, ellas piensan que si no pueden ser fieles a sí mismas en su soledad, entonces tampoco pueden ser fieles a los demás en su compañía.
  2. Son personas leales a toda prueba: a diferencia de aquellos sujetos que necesitan ser el centro de atención en toda reunión o evento social, los solitarios no requieren de atención por parte de los demás. Sin embargo, una vez que encuentran a alguien de quien quieren convertirse en su amigo(a), se transforman en las personas más leales que uno pueda encontrar. Saben lo que valen como personas, y si constatan que el otro individuo también lo vale, estarán dispuestas a dar y/o entregar todo de su parte cada vez que el amigo(a) lo necesite.
  3. Disponen de una mente abierta: el hecho de que prefieran su propia compañía a la de otros individuos, eso no significa que sean personas rígidas o cerradas, ya que siempre están buscando nuevas actividades interesantes en las cuales involucrarse, y cuando están seguros de sus pensamientos y/o emprendimientos que han llevado a cabo, entonces consideran que es tiempo de compartirlos con los demás.
  4. Son personas bien centradas: cuando estas personas se enfrentan con dificultades o con situaciones adversas, los solitarios no entran en pánico, ya que el proceso de auto reflexión los ha preparado para este tipo de situaciones y vivencias. Es posible que se sientan afectados por situaciones extremas, pero en lugar de darse por vencidos o de buscar abstraerse de estas experiencias, optan por pasar un tiempo en reflexión e introspección con la finalidad de recargar pilas y volver nuevamente a enfrentar el obstáculo, sin miedo ni temor al fracaso.
Es preciso consignar que hay psiquiatras y psicólogos que recomiendan a sus pacientes aprovechar –y aprender a disfrutar– los momentos de soledad, debido a que esas instancias de soledad “permiten darnos cuenta y descubrir quiénes somos, qué queremos y qué es lo que buscamos en la vida”, es decir, encontrar el sentido de nuestra existencia, y eso sólo puede hacerse en un momento de absoluta soledad y concentración en nosotros mismos. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer sostenía que “la soledad era la suerte de todos los espíritus excelentes”, por cuanto, de la soledad se podían extraer las mejores virtudes de los seres humanos.

Llegados a este punto, es preciso hacer la distinción entre “sentirse solo” y “aislarse socialmente”, ya que existe una clara diferencia entre ambos conceptos. Cuando a una persona le afecta en forma negativa la soledad, es decir, el sujeto “se siente solo”, es porque para este individuo específico se produce una discrepancia entre los distintos niveles de interacción social necesarios y esperables para dicho individuo, haciéndole falta la compañía de otras personas. En tanto que a una persona que le afecta positivamente la soledad, es porque esta persona elige libremente aislarse socialmente, haciéndose responsable de su decisión, al punto de disfrutar y gozar de su soledad. En este sentido, la soledad sería, entonces, una experiencia netamente subjetiva.

Digamos, finalmente, que para algunas personas el hecho de experimentar la soledad por períodos muy largos, las puede afectar severamente, en cuyo caso, la soledad suele ser percibida por dichas personas como algo desagradable e indeseable, pudiendo causar síntomas depresivos y llevar al sujeto a un estado de aislamiento y reclusión involuntaria, lo que da como resultado la imposibilidad del sujeto de establecer relaciones interpersonales con los demás. Los síntomas de una soledad prolongada que no ha sido buscada voluntariamente, incluyen sentimientos de ansiedad, angustia, desesperación, alucinaciones, e incluso, graves distorsiones de la percepción y del tiempo.

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