Desafíos de los nuevos municipios para la reducción del riesgo de desastres
Por Diego Chaipul Acum. Periodista, Licenciado en Comunicación Social. Diplomado en Gestión del Riesgo de Desastres.
Cada vez está más normalizada la realidad que los territorios son afectados por dos principales eventos, el primero en invierno que son las inundaciones y desbordes de ríos y, el segundo, los incendios forestales en verano. Lejos del tecnicismo sobre conceptos como incendios de interfaz o definir lo que es un aluvión, esto se debe abordar de una manera clara y concisa para el entendimiento universal de los habitantes que pueden tener alta o baja escolaridad y, que mayormente, son quienes resultan afectados por desastres que no se pudieron prevenir. Y algo que no podía dejar en otro párrafo, los desastres no son sólo terremotos y tsunamis.
Sin lugar a dudas las Municipalidades tienen una responsabilidad importante tanto para difundir como para elaborar proyectos que vayan en beneficio de la prevención al ser quienes administran directamente el territorio, es decir, tener comunidades más preparadas e incluso, organizar a la población. Todo esto bajo la promulgación de la Ley 21.364 de 2021 pero que cuyas exigencias tímidamente se han implementado a nivel comunal, lamentablemente siendo una especie de “hermano chico” de los departamentos u oficinas de Seguridad Ciudadana que en los últimos tres años tomó una relevancia imperante para candidatos electorales, en mi opinión deberían ser hermanos mellizos.
Sin embargo, más allá del rol que algunos alcaldes han puesto a las oficinas de Gestión del Riesgo de Desastres que son: la elaboración de informes para solicitar mediaguas para familias damnificadas, tener los informes Alfa para la distribución de agua potable en camiones aljibes o ser el secretario del Alcalde en los COGRID, estas células tienen la oportunidad de ser un agente clave en cada uno de las comunas por tres principales razones. La primera se debe a que la población más afectada siempre será la población más empobrecida, la segunda tiene que ver con que esa misma población conoce al revés y al derecho el territorio donde vive, y en tercer lugar, porque un desastre prevenido cuesta mucho menos recursos que recuperar o reconstruir lo abatido y, ¿recursos? Es lo que siempre indican los alcaldes que más hace falta.
Si como ciudadanos logramos combinar estos tres factores, nos otorga un resultado interesante, es decir: esto me puede afectar, puedo participar y si algo llega a pasar probablemente sea más difícil recuperar lo que perdí. Exacto, es lo que sugiere el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030 de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR) que plantea la colaboración ciudadana (y de comunidades indígenas) y la coordinación interinstitucional de organismos del ámbito público y privado, entre otras cosas como la Gobernanza del Riesgo u otro como “reconstruir mejor” y esta debería ser la hoja de ruta de los nuevos municipios.
Tener a los encargados de Riesgo de Desastres en los territorios, desplegados y elaborando proyectos de mitigación y prevención es la clave para fortalecer a las comunidades y que sean menos vulnerables a las distintas amenazas que deben enfrentar cada año con mayor frecuencia en territorios diversos que tienen volcanes, costa, bosques y ríos. Hacer pedagogía del Riesgo de Desastres es fundamental para la comprensión del entorno en el que se desarrollan día a día, donde el líder de una comunidad pueda identificar los sectores o familias más vulnerables para abordar su realidad y, en el caso de enfrentar una amenaza, realizar una rápida acción sobre ello. La vida es primordial.
Todo esto donde la comunicación debe fluir sin tecnicismos, sin conceptos rebuscados ni profesionales que ostenten títulos y cuya aplicación no conecte con los “beneficiados”. La comunidad necesita saber a qué es vulnerable, pero más aún, la comunidad en los distintos territorios necesitan saber cómo identificar sus riesgos (a través de la ecuación Amenaza + Vulnerabilidad) para la elaboración de proyectos y/o planes de mitigación y, para ello, el entendimiento universal, sencillo, de campo y sin escolaridad es una habilidad que cada agente debe practicar para crear comunidades más preparadas y crear proyectos eficaces.
Fuente información: diegochaipulacum@gmail.com
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Cada vez está más normalizada la realidad que los territorios son afectados por dos principales eventos, el primero en invierno que son las inundaciones y desbordes de ríos y, el segundo, los incendios forestales en verano. Lejos del tecnicismo sobre conceptos como incendios de interfaz o definir lo que es un aluvión, esto se debe abordar de una manera clara y concisa para el entendimiento universal de los habitantes que pueden tener alta o baja escolaridad y, que mayormente, son quienes resultan afectados por desastres que no se pudieron prevenir. Y algo que no podía dejar en otro párrafo, los desastres no son sólo terremotos y tsunamis.
Sin lugar a dudas las Municipalidades tienen una responsabilidad importante tanto para difundir como para elaborar proyectos que vayan en beneficio de la prevención al ser quienes administran directamente el territorio, es decir, tener comunidades más preparadas e incluso, organizar a la población. Todo esto bajo la promulgación de la Ley 21.364 de 2021 pero que cuyas exigencias tímidamente se han implementado a nivel comunal, lamentablemente siendo una especie de “hermano chico” de los departamentos u oficinas de Seguridad Ciudadana que en los últimos tres años tomó una relevancia imperante para candidatos electorales, en mi opinión deberían ser hermanos mellizos.
Sin embargo, más allá del rol que algunos alcaldes han puesto a las oficinas de Gestión del Riesgo de Desastres que son: la elaboración de informes para solicitar mediaguas para familias damnificadas, tener los informes Alfa para la distribución de agua potable en camiones aljibes o ser el secretario del Alcalde en los COGRID, estas células tienen la oportunidad de ser un agente clave en cada uno de las comunas por tres principales razones. La primera se debe a que la población más afectada siempre será la población más empobrecida, la segunda tiene que ver con que esa misma población conoce al revés y al derecho el territorio donde vive, y en tercer lugar, porque un desastre prevenido cuesta mucho menos recursos que recuperar o reconstruir lo abatido y, ¿recursos? Es lo que siempre indican los alcaldes que más hace falta.
Si como ciudadanos logramos combinar estos tres factores, nos otorga un resultado interesante, es decir: esto me puede afectar, puedo participar y si algo llega a pasar probablemente sea más difícil recuperar lo que perdí. Exacto, es lo que sugiere el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030 de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR) que plantea la colaboración ciudadana (y de comunidades indígenas) y la coordinación interinstitucional de organismos del ámbito público y privado, entre otras cosas como la Gobernanza del Riesgo u otro como “reconstruir mejor” y esta debería ser la hoja de ruta de los nuevos municipios.
Tener a los encargados de Riesgo de Desastres en los territorios, desplegados y elaborando proyectos de mitigación y prevención es la clave para fortalecer a las comunidades y que sean menos vulnerables a las distintas amenazas que deben enfrentar cada año con mayor frecuencia en territorios diversos que tienen volcanes, costa, bosques y ríos. Hacer pedagogía del Riesgo de Desastres es fundamental para la comprensión del entorno en el que se desarrollan día a día, donde el líder de una comunidad pueda identificar los sectores o familias más vulnerables para abordar su realidad y, en el caso de enfrentar una amenaza, realizar una rápida acción sobre ello. La vida es primordial.
Todo esto donde la comunicación debe fluir sin tecnicismos, sin conceptos rebuscados ni profesionales que ostenten títulos y cuya aplicación no conecte con los “beneficiados”. La comunidad necesita saber a qué es vulnerable, pero más aún, la comunidad en los distintos territorios necesitan saber cómo identificar sus riesgos (a través de la ecuación Amenaza + Vulnerabilidad) para la elaboración de proyectos y/o planes de mitigación y, para ello, el entendimiento universal, sencillo, de campo y sin escolaridad es una habilidad que cada agente debe practicar para crear comunidades más preparadas y crear proyectos eficaces.
Fuente información: diegochaipulacum@gmail.com
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