La forma del nombre

La forma del nombre
Por Andrés Angulo, ex presidente CChC Osorno.

En arquitectura, la palabra no es solo una herramienta de descripción; es un acto fundacional. Nombrar es abrir el mundo. Decir una palabra es abrir un espacio. Y cuando se nombra un lugar, cuando se lo llama por su nombre verdadero, no solo se lo identifica: se lo convoca, se lo moldea, se lo hace existir.

Así, el arquitecto, trabaja con palabras tanto como con materiales. La arquitectura, más allá del hormigón, la madera o el acero, comienza siempre en el lenguaje. Cada muro, cada vacío, cada línea trazada, es en el fondo una respuesta a una pregunta que flota en el aire: ¿Cuál es la forma del lugar? ¿Cuál es su palabra? ¿Cuál es la forma del nombre?

Y entonces, al pensar en Osorno, esa pregunta se hizo presente:

¿Cuál es la forma del nombre de esta ciudad? ¿Cuál es su silueta más pura, su geometría más íntima?

La respuesta surgió, limpia y rotunda: la gran O.

La "O" no como una letra cualquiera, sino como símbolo, como forma madre.

La "O" es círculo, es abrazo, es contención. La "O" es origen y retorno. Es una plaza abierta. Es una ribera que rodea el río. Es la ronda de los niños. Es el ojo que mira, la boca que dice, el oído que escucha. Es la forma del lago, del cráter, del cielo redondo sobre nuestras cabezas.

La gran O de Osorno no es solo la inicial de su nombre. Es una figura esencial que condensa lo que la ciudad puede llegar a ser: un espacio abierto, inclusivo, envolvente; una arquitectura del encuentro. Una ciudad que no se impone, sino que rodea. Que no encierra, sino que contiene. Que no divide, sino que da forma a una comunidad que se mira y se reconoce.

La gran O también nos recuerda que las ciudades no se definen solo por su traza física, sino por la forma en que se nombran y se piensan. Que el proyecto urbano no parte desde el plano técnico, sino desde la intuición poética del nombre. Y que hay momentos en que detenerse a escuchar la resonancia de una letra puede ser más importante que cualquier normativa.

Entonces, pensar en Osorno es pensar en esa “O” que nos observa desde el centro de su nombre. Esa “O” que invita a mirar la ciudad no como un conjunto de edificios aislados, sino como un sistema de relaciones. Una forma que, como el círculo, no tiene comienzo ni fin, sino una continuidad posible.

Y si de construir futuro se trata, que sea con esa forma en mente: la de la gran O. La del nombre hecho espacio. La palabra que da a lugar.


Fuente información: Andrés Angulo, ex presidente CChC Osorno
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