El avellano en el Sur de Chile: La historia de los Mohr y su visión de futuro agrícola
La historia de la familia Mohr en el sur de Chile es un testimonio de adaptación, visión y perseverancia en el sector agrícola, que ha logrado transformar la producción lechera tradicional en un innovador cultivo de avellanos. En un reciente episodio del podcast "Raíces y Horizontes", conducido por Rocío Gambra y Eduardo Winkler, Jorge Mohr (padre, a quien se refirió como "Jorge II") y Jorge Mohr (hijo, "Jorge III") compartieron los detalles de un camino que los ha llevado de la ganadería a ser pioneros en la industria del avellano, con un enfoque en la genética, la tecnología y el mercado global.
La decisión de incursionar en el cultivo de avellanos surgió de la búsqueda de alternativas más sencillas y sostenibles frente a las complejidades de la lechería, un negocio que la familia Mohr había mantenido por seis generaciones en la zona de Las Quemas, Osorno. Don Jorge Mohr II relató cómo, desde sus primeros acercamientos al avellano a través de los árboles traídos por sus antepasados alemanes y la costumbre familiar de consumir este fruto como aperitivo, comenzó a gestarse la idea de un cambio. La experiencia de vivir diez años en Europa, específicamente en Alemania, y observar el funcionamiento de las explotaciones agrícolas, reforzó la convicción de buscar nuevos horizontes para la agricultura familiar en Chile.
El punto de inflexión llegó a principios de los años 2000. Mientras la lechería enfrentaba desafíos como la volatilidad de los precios pagados por las empresas proveedoras, que a menudo dejaban a los productores al borde de los números rojos, la familia comenzó a experimentar con diversas alternativas, incluyendo flores y avellanos. La señora de Don Jorge Mohr II jugó un papel crucial al establecer contacto con un grupo de interesados en la multiplicación de avellanos. Fue entonces cuando, impulsado por la necesidad de involucrarse a fondo, Don Jorge decidió plantar su primera hectárea de avellanos, marcando el inicio formal de esta aventura agrícola alrededor de los años 2002-2003.
Un hito fundamental en este proceso fue la participación de Don Jorge Mohr II en un seminario mundial de avellanos en Tarragona, España, en 2004, al que asistió a través de un programa Profo con apoyo de Corfo. Allí, tuvo un encuentro fortuito con el profesor Sean Mühlenbacher, un influyente investigador de la Universidad Estatal de Oregón, Estados Unidos, cuyas raíces alemanas también se conectaban con las de la familia Mohr. Este encuentro sentaría las bases para la introducción de genética avanzada de avellanos en Chile, un paso que Jorge Mohr III, quien estudiaba agronomía en la Universidad Católica en Santiago, comprendió rápidamente como vital para el futuro del negocio.
La barrera del idioma, principalmente el inglés, para acceder a la investigación y el desarrollo en el cultivo del avellano, motivó a Jorge Mohr III a tomar una decisión trascendental. En 2005, a los ocho años de haber regresado a Chile tras nacer y crecer en las Islas Canarias, y con el apoyo de su padre, congeló sus estudios universitarios para viajar a Estados Unidos y trabajar con el profesor Mühlenbacher. Esta experiencia de casi ocho meses no solo le permitió dominar el inglés, sino también establecer contactos cruciales, aprender técnicas agronómicas de vanguardia y entender que el futuro del avellano radicaba en el grano para consumo industrial, a diferencia de las variedades de cáscara para consumo de mesa que se cultivaban inicialmente en Chile.
El regreso de Jorge Mohr III a Chile en 2006 marcó el inicio de un arduo proceso para introducir la nueva genética. El desafío era enorme debido a las estrictas normativas sanitarias chilenas. Tras investigar, se contactó con la profesora Doris Prenn, de la Universidad Católica, quien, por casualidad, había sido alumna del profesor Mühlenbacher. Con su ayuda y el apoyo de otros profesores del departamento de fruticultura de la universidad, se inició el complejo trámite de importar las plantas de avellano in vitro desde Estados Unidos, un proceso que se demoró aproximadamente un año entre trámites y burocracia.
Sin embargo, el camino no estuvo exento de dificultades. Las primeras plantas in vitro, una vez en el laboratorio, se perdieron en dos ocasiones, lo que generó frustración y la necesidad de buscar asesoría especializada. Fue entonces cuando el profesor Mühlenbacher sugirió contactar a Luigi Menegelli, un experto italiano que había desarrollado los protocolos de multiplicación de avellanos en laboratorio. La llegada de Luigi a Chile para brindar asesoría fue fundamental para optimizar los procedimientos y lograr la exitosa multiplicación de las plantas.
Este desarrollo llevó a la familia Mohr a formar una sociedad con Gaspar Goycolea, un profesional con experiencia en cultivo in vitro, lo que dio origen al vivero y al negocio de venta de plantas. La demanda de plantas de avellano creció impulsada por el interés del gigante chocolatero Ferrero en el cultivo. Paralelamente, la familia tomó la audaz decisión de abandonar la lechería hace aproximadamente una década, vendiendo su ganado y arrendando parte de sus campos a la lechera Manuka para financiar la expansión gradual de los cultivos de avellano. Este modelo de financiamiento, junto con la inversión en riego, fue crucial para sostener el negocio durante los primeros años, ya que el avellano comienza a producir al cuarto año.
La adaptación no solo se centró en la genética y la multiplicación de plantas, sino también en las técnicas agronómicas y el desarrollo de maquinaria. Inspirados en lo visto en Oregón, Jorge Mohr III y su padre, con su ingenio para el trabajo con fierros, incluso crearon una cosechadora por succión a partir de un extractor de aserrín y un pequeño tractor, facilitando las labores en los inicios. Esta constante innovación y la combinación de una genética superior con un manejo adecuado han permitido que los huertos de avellanos de la familia Mohr pasen de producciones de 2.500 kilos por hectárea con las variedades antiguas, a 4.500 o incluso 5.000 kilos por hectárea con las nuevas variedades. Esta mejora productiva ha transformado el avellano en un negocio con retornos significativamente mayores, superando ampliamente las expectativas iniciales.
A pesar del éxito, la familia es consciente de los desafíos, como la concentración del mercado en un único comprador, Ferrero. Sin embargo, la experiencia de la lechería, donde también había pocos compradores, les ha enseñado la importancia de buscar alternativas y diversificar. La visión a futuro, según Jorge Mohr III, implica no solo la continua renovación de la genética en los huertos, donde ya se han arrancado variedades antiguas para dar paso a las nuevas, sino también una profunda comprensión del mercado global y sus tendencias.
El próximo capítulo de "Raíces y Horizontes" profundizará en el contexto internacional del negocio del avellano, la visión de la familia Mohr para el futuro y los productos locales que están desarrollando, demostrando el potencial del agro en el sur de Chile. La historia de los Mohr es un claro ejemplo de cómo la inversión en capital humano, la búsqueda de nexos internacionales y la aplicación de tecnología pueden generar retornos impresionantes y posicionar a Chile como un actor relevante en el mercado agrícola global.
Fuente información: Rocío Gambra
La decisión de incursionar en el cultivo de avellanos surgió de la búsqueda de alternativas más sencillas y sostenibles frente a las complejidades de la lechería, un negocio que la familia Mohr había mantenido por seis generaciones en la zona de Las Quemas, Osorno. Don Jorge Mohr II relató cómo, desde sus primeros acercamientos al avellano a través de los árboles traídos por sus antepasados alemanes y la costumbre familiar de consumir este fruto como aperitivo, comenzó a gestarse la idea de un cambio. La experiencia de vivir diez años en Europa, específicamente en Alemania, y observar el funcionamiento de las explotaciones agrícolas, reforzó la convicción de buscar nuevos horizontes para la agricultura familiar en Chile.
El punto de inflexión llegó a principios de los años 2000. Mientras la lechería enfrentaba desafíos como la volatilidad de los precios pagados por las empresas proveedoras, que a menudo dejaban a los productores al borde de los números rojos, la familia comenzó a experimentar con diversas alternativas, incluyendo flores y avellanos. La señora de Don Jorge Mohr II jugó un papel crucial al establecer contacto con un grupo de interesados en la multiplicación de avellanos. Fue entonces cuando, impulsado por la necesidad de involucrarse a fondo, Don Jorge decidió plantar su primera hectárea de avellanos, marcando el inicio formal de esta aventura agrícola alrededor de los años 2002-2003.
Un hito fundamental en este proceso fue la participación de Don Jorge Mohr II en un seminario mundial de avellanos en Tarragona, España, en 2004, al que asistió a través de un programa Profo con apoyo de Corfo. Allí, tuvo un encuentro fortuito con el profesor Sean Mühlenbacher, un influyente investigador de la Universidad Estatal de Oregón, Estados Unidos, cuyas raíces alemanas también se conectaban con las de la familia Mohr. Este encuentro sentaría las bases para la introducción de genética avanzada de avellanos en Chile, un paso que Jorge Mohr III, quien estudiaba agronomía en la Universidad Católica en Santiago, comprendió rápidamente como vital para el futuro del negocio.
La barrera del idioma, principalmente el inglés, para acceder a la investigación y el desarrollo en el cultivo del avellano, motivó a Jorge Mohr III a tomar una decisión trascendental. En 2005, a los ocho años de haber regresado a Chile tras nacer y crecer en las Islas Canarias, y con el apoyo de su padre, congeló sus estudios universitarios para viajar a Estados Unidos y trabajar con el profesor Mühlenbacher. Esta experiencia de casi ocho meses no solo le permitió dominar el inglés, sino también establecer contactos cruciales, aprender técnicas agronómicas de vanguardia y entender que el futuro del avellano radicaba en el grano para consumo industrial, a diferencia de las variedades de cáscara para consumo de mesa que se cultivaban inicialmente en Chile.
El regreso de Jorge Mohr III a Chile en 2006 marcó el inicio de un arduo proceso para introducir la nueva genética. El desafío era enorme debido a las estrictas normativas sanitarias chilenas. Tras investigar, se contactó con la profesora Doris Prenn, de la Universidad Católica, quien, por casualidad, había sido alumna del profesor Mühlenbacher. Con su ayuda y el apoyo de otros profesores del departamento de fruticultura de la universidad, se inició el complejo trámite de importar las plantas de avellano in vitro desde Estados Unidos, un proceso que se demoró aproximadamente un año entre trámites y burocracia.
Sin embargo, el camino no estuvo exento de dificultades. Las primeras plantas in vitro, una vez en el laboratorio, se perdieron en dos ocasiones, lo que generó frustración y la necesidad de buscar asesoría especializada. Fue entonces cuando el profesor Mühlenbacher sugirió contactar a Luigi Menegelli, un experto italiano que había desarrollado los protocolos de multiplicación de avellanos en laboratorio. La llegada de Luigi a Chile para brindar asesoría fue fundamental para optimizar los procedimientos y lograr la exitosa multiplicación de las plantas.
Este desarrollo llevó a la familia Mohr a formar una sociedad con Gaspar Goycolea, un profesional con experiencia en cultivo in vitro, lo que dio origen al vivero y al negocio de venta de plantas. La demanda de plantas de avellano creció impulsada por el interés del gigante chocolatero Ferrero en el cultivo. Paralelamente, la familia tomó la audaz decisión de abandonar la lechería hace aproximadamente una década, vendiendo su ganado y arrendando parte de sus campos a la lechera Manuka para financiar la expansión gradual de los cultivos de avellano. Este modelo de financiamiento, junto con la inversión en riego, fue crucial para sostener el negocio durante los primeros años, ya que el avellano comienza a producir al cuarto año.
La adaptación no solo se centró en la genética y la multiplicación de plantas, sino también en las técnicas agronómicas y el desarrollo de maquinaria. Inspirados en lo visto en Oregón, Jorge Mohr III y su padre, con su ingenio para el trabajo con fierros, incluso crearon una cosechadora por succión a partir de un extractor de aserrín y un pequeño tractor, facilitando las labores en los inicios. Esta constante innovación y la combinación de una genética superior con un manejo adecuado han permitido que los huertos de avellanos de la familia Mohr pasen de producciones de 2.500 kilos por hectárea con las variedades antiguas, a 4.500 o incluso 5.000 kilos por hectárea con las nuevas variedades. Esta mejora productiva ha transformado el avellano en un negocio con retornos significativamente mayores, superando ampliamente las expectativas iniciales.
A pesar del éxito, la familia es consciente de los desafíos, como la concentración del mercado en un único comprador, Ferrero. Sin embargo, la experiencia de la lechería, donde también había pocos compradores, les ha enseñado la importancia de buscar alternativas y diversificar. La visión a futuro, según Jorge Mohr III, implica no solo la continua renovación de la genética en los huertos, donde ya se han arrancado variedades antiguas para dar paso a las nuevas, sino también una profunda comprensión del mercado global y sus tendencias.
El próximo capítulo de "Raíces y Horizontes" profundizará en el contexto internacional del negocio del avellano, la visión de la familia Mohr para el futuro y los productos locales que están desarrollando, demostrando el potencial del agro en el sur de Chile. La historia de los Mohr es un claro ejemplo de cómo la inversión en capital humano, la búsqueda de nexos internacionales y la aplicación de tecnología pueden generar retornos impresionantes y posicionar a Chile como un actor relevante en el mercado agrícola global.
Fuente información: Rocío Gambra