¿Sabía usted que los pensamientos pueden modificar el cerebro?

Por el Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl - Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)


“La mente representa un proceso relacional dentro del cuerpo que regula el fluir de la energía y de la información a través de todo nuestro organismo” (Dr. Daniel Siegel, profesor de psiquiatría de la Universidad de California, USA)

De acuerdo con investigaciones científicas recientes, nuestro cerebro cuenta con alrededor de cien mil millones de neuronas. Cada una de ellas, a su vez, puede tener alrededor de diez mil dendritas, que corresponden a las ramificaciones que reciben información proveniente del axón de otra neurona. Por estas dendritas viaja la información hacia otras neuronas o tejidos, dando origen a una suerte de “mapa” cerebral. Estos mapas son creados por intermedio de un “proceso cerebral”, el cual realiza millones de nuevas conexiones cada segundo entre diferentes áreas de nuestro maravilloso cerebro.

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Cerebro y mente: Dos cosas extraordinarias, pero… diferentes
https://www.paislobo.cl/2019/05/cerebro-mente-extraordinarias.html
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Si bien, este dato ya constituye algo realmente extraordinario, un aspecto aún más llamativo de nuestro órgano cerebral, es que cuando un determinado individuo quiere ayudar a otra persona a resolver un problema personal de este sujeto, el Dr. Estanislao Bachrach nos indica que de manera inconsciente se asume que el cerebro de esa persona funciona como el propio, entonces lo que hace la persona es meter el problema del otro en “su” propio cerebro, “viendo” –y analizando– las conexiones que puede hacer para resolver el problema, para terminar diciéndole a la otra persona qué es lo que tiene que hacer, convencido de que “esa alternativa” es la solución correcta para ella. La razón para esta forma de proceder es muy simple: es raro encontrar a una persona que quiera ayudar a otra que parta del supuesto que los cerebros no son iguales, lo cual, constituye un craso error, por cuanto, las dos personas podrán ser del mismo sexo, tener la misma edad y la misma profesión y, sin embargo, el cúmulo de experiencias de vida ser completamente distintas, lo que conduce a que ambas personas respondan al mismo estímulo de manera diametralmente opuesta.

Es así, por ejemplo, que si una idea nos atrae y nos gusta, nosotros buscaremos de manera desesperada indicios y argumentos que la sostengan, lo que nos lleva a convertir tenues asociaciones en hechos evidentes. Por el contrario, si la idea nos molesta y disgusta, encontraremos rápidamente evidencias muy fuertes en contra de esa misma idea, y aún cuando ciertas características de la idea sean claras, concretas y hablen por sí mismas, las descartaremos por irrelevantes.

Es por ello, que si la persona piensa que el mundo es un lugar peligroso, el cerebro buscará las evidencias necesarias que lo demuestren y… las encontrará. Si el sujeto piensa que la gente está hablando mal de él a sus espaldas, dicho sujeto encontrará las pruebas de que eso está ocurriendo. De ahí que se diga que “sea cual sea el filtro que uno tiene en su mente, el cerebro encontrará evidencias para confirmar ese filtro”. En función de lo anterior, uno podría decir que “no eres tú, es tu cerebro” el que te lleva por ese camino.

La ciencia nos ha demostrado que cada persona tiene su propia “herencia genética” a partir de la cual, da inicio a su vida disponiendo de diferentes temperamentos, actitudes y aptitudes, sin embargo, hoy está meridianamente claro que las experiencias y los esfuerzos personales que cada sujeto haga resultan ser claves para determinar quiénes y cómo seremos cada uno de nosotros en la vida. No se trata de una habilidad o condición que haya sido previamente fijada en nuestro ser interior, sino de un compromiso personal con un claro propósito y con un sentido único para cada ser humano en particular. De ahí que se diga –para bien o para mal– que cada ser humano –por intermedio de su capacidad de reflexión y aprendizaje– se convierte en el arquitecto de su propio destino.

En este sentido, mucha razón habría que darle al sociólogo Benjamín Barber cuando afirma que él “no divide al mundo en débiles y fuertes, exitosos y perdedores, sino en los que aprenden y los que no aprenden”.

De ahí, que resulte crucial recordar una frase histórica de Confucio, pensador y filósofo chino, quien decía que enseñar a una persona que no quiere aprender, es una pérdida de tiempo, esfuerzo y palabras.

Por lo tanto, a partir de todo lo que se ha planteado en este texto, toda persona debe comprender –y también aceptar– que aún cuando el fracaso pueda ser algo doloroso en este largo proceso de aprendizaje, dicho fracaso no define a la persona ni tiene por qué razón estresarlo y “marcarlo” para toda la vida, ya que al fracaso –al error, a la mala decisión, etc.– hay que verlo como un problema que la persona tiene que enfrentar y aprender de él, simplemente. De otra forma, es altamente factible que la persona nunca quiera salir de su zona de confort o, lo que es peor, la mente de este sujeto no indague, no profundice, no analice, no cuestione lo que está viviendo y experimentando, y se quede “empantanado” en pensamientos, ideas y asociaciones vagas que, de verdaderas, no tienen absolutamente nada.

En función de lo anterior, sepa usted, que su mente –o centro ejecutivo– es el que maneja las ideas, pensamientos, sentimientos y emociones, y está en condiciones de modificar a su cerebro, con la finalidad de realizar los cambios necesarios para que la persona escoja el sendero que, finalmente, desea recorrer.

Digamos finalmente, que el concepto “atención plena” –cuyo origen se encuentra en el budismo– no es de naturaleza religiosa ni tampoco esotérica, sino que a través de su práctica, se pretende enseñar a la mente del sujeto que la utiliza, a prestar atención total al presente, postulando que la disminución de aquellas preocupaciones relacionadas con el pasado y el futuro pueden ayudar a la persona a aumentar su auto-aceptación y, como consecuencia de ello, disminuir notablemente la carga de estrés que la aqueja, con el fin de poder vivir una vida más plena y feliz.

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